EL PAPEL DEL FRONTEX EN LA FRONTERA SUR

Cada día la radio nos hostiga con proclamas de sobresaltos que atizan el miedo al ladrón, al ocupante y al okupa. Su expresión evidencia curiosamente la soflama oficial y los recados de ciertos partidos políticos. La duda emponzoña a la sociedad y tragamos a cucharadas el jarabe del miedo. En cada consejo europeo se va consolidando una cruel conexión entre migración y seguridad. Hoy en día, la frontera es un concepto polisémico y universal, que supera el estatismo de los muros, se mueve, es digital, se externaliza, se adapta incluso a los individuos que excluye.
Esta obsesión por el blindaje fronterizo aparece en los presupuestos de la UE 2021-2017, dirigido a “reforzar el papel de la Unión como proveedora de seguridad y defensa”. A pesar del mínimo histórico de llegadas de inmigrantes desde 2013 y de las expectativas frustradas de los xenófobos en las elecciones europeas de 2019, el discurso antimigratorio se ha instalado en las instituciones. Cualquier otra concepción de la migración que no sea la irregular, queda invisibilizada.
Una firme agenda externalizadora aleja el control de nuestras fronteras exteriores a países de origen y tránsito migratorio, protejan o no los derechos humanos. Este proceso se consolida mediante acuerdos de retorno, las misiones exteriores de la UE y de la Política Común de Seguridad y Defensa (en Libia, Malí o Níger) o el creciente papel de Frontex más allá de la vecindad europea.
La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) nació como una herramienta institucional de apoyo técnico y especializado a los estados miembros, que aligeraba el trabajo de las instituciones y les permitía concentrarse en legislar y gobernar. Frontex no solo ha multiplicado su presupuesto (más de un 34,6% más respecto a 2019), sino que pasa de ser un mediador a un comediante que adquiere su propio equipamiento, coordina operaciones conjuntas, ejecuta retornos, firma acuerdos con países terceros o recluta un cuerpo de 10.000 guardias fronterizos armados. Su lenguaje securitario parece tan solo dirigido a resguardar a la ciudadanía europea, mientras que la garantía de los derechos humanos de los migrantes está prácticamente ausente en su declaración institucional.
Frontex sería el sostenedor que nos asegura a escala continental la protección de nuestras puertas y ventanas contra robos e intrusos. Nuestro nido sería un delicioso espacio Schengen donde ‘Nuestro Modo de Vida Europeo’ queda protegido de migrantes, delincuentes y maleantes. Según el CIS, los problemas más importantes que afronta España son el paro (60,3%), los políticos (45,5%), los problemas de índole económica (30,4%), la independencia de Cataluña (19%), la corrupción y el fraude (18,4%) y cinco puestos más abajo, en décimo lugar, la inmigración (11,3%). ¿La inmigración alarma realmente a los españoles?
El miedo se contagia y la sociedad asustada agradece la protección frente al ladrón, el intruso o el migrante.

José Antonio Benítez Pineda, cmf

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