El espíritu de la Navidad

La cercanía de las fiestas de la Navidad merece unos minutos de meditación. Hay algo que posiblemente a no pocos creyentes le esté creando problemas de conciencia. Estoy convencido de que quienes lean estas líneas ven con preocupación que la Navidad se haya convertido año tras año en un acontecimiento del todo mundano y comercial. Lo que solía ser un tiempo de espera para celebrar la llegada de Dios al mundo (el Adviento) es ahora un maratón de fiestas, comidas y compras navideñas. La televisión no cesa de bombardearnos con anuncios que incitan a comprar más y más rápido, los supermercados se llenan de todo lo imaginable, los buzones rebosan de catálogos de juguetes… y comenzamos a agobiarnos pensando en comprar lotería, en los vestidos más bonitos para las fiestas, en los mejores manjares para la mesa… En resumen, son las fiestas de invierno. Pero, ¿dónde está Cristo en todo esto? -nos hemos de preguntar-. ¿Cómo podemos convertir la próxima Navidad en una fiesta “como Dios quiere”?

Todos estamos de acuerdo en que algunos de los excesos deberían menguar no poco si queremos resaltar que, ante todo, lo que celebramos es el “cumpleaños” de Jesús, el hijo de Dios, el Salvador del mundo, nacido de la Virgen María. Teniendo esto presente habría dos formas de situarse ante la Navidad. Las dos son buenas. Pero, bien entendida, la segunda es la preferible. Les explico por qué.

Para algunos, la manera de volver a situar a Cristo dentro de la Navidad exigiría eliminar de cuajo toda adherencia pagana que culturalmente se ha construido a su alrededor: gastos excesivos, papá Noel, lujo y derroche, felicitaciones estereotipadas, reclamos sentimentales, interminables e innecesarios regalos, copiosas comidas y sus excesos… Argumentan que, en medio de todo eso, Cristo se evapora del todo.

Pero no todos coincidimos exactamente en ese parecer. La Navidad, además de ser el “cumpleaños” de Jesús -y por lo tanto la causa más que suficiente para la más grande celebración-, es la fiesta de la encarnación. Los cristianos la consideramos como el momento de celebrar la humanidad y la bondad de todo lo creado. Si se eliminaran los cantos y la alegría, aunque parezca irónico, el significado de la Navidad no llegaría al mundo, ni tampoco a nosotros, con la misma rotundidad. Alguien escribió que “un espíritu de Navidad que se celebra desnudo, pasaría inadvertido. Necesita un poco de muérdago para mostrarse”.

En definitiva, el espíritu de la Navidad se beneficia de toda la desmesura y el alboroto a su alrededor. Aunque no se reduce a eso, las luces, los villancicos, las velas encendidas, los regalos, las comidas en familia o entre amigos… ayudan a resaltar una verdad esencial: Dios entra en nuestro mundo y lo vuelve todo santo y bueno.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: @Franx)

 

Start typing and press Enter to search