Con motivo de las acusaciones (justificadas) de acoso sexual contra el productor Harvey Weinstein surgió en Estados Unidos un movimiento de defensa de las mujeres llamado #MeToo, que ha levantado su voz en defensa de las mujeres y reivindicado su dignidad. En este contexto, una película como El escándalo (Bombshell) se revela pertinente y apropiada al contexto en que surge. También parte de un caso real, aunque con elementos de ficción: la acusación que el magnate de la televisión Roger Ailes sufrió (igualmente más que justificada) por parte de dos presentadoras de Fox News que durante años sufrieron acoso y abusos sexuales y callaron para mantener sus puestos de trabajo. Es un tema que ha sido abordado también recientemente en una miniserie de televisión, “La voz más alta” (que se emite en Movistar+), con la salvedad de que en la serie el protagonismo de Roger Ailes es absoluto (y Russell Crowe dota al personaje de todas las papeletas para ser odiado) y en la película el protagonismo recae más bien en las tres protagonistas que sufren los abusos y denuncian al acosador. Dos de ellas, interpretadas por Charlize Theron y Nicole Kidman, han existido realmente y la odisea recreada en la película es reflejo de lo sucedido. La tercera, interpretada por Margot Robbie (para mí la mejor de la función), es un personaje de ficción que representa a tantas otras que vivieron también situaciones semejantes, no solo a manos del jerarca de Fox News, sino de otros directivos y cargos intermedios que actuaron igual con total impunidad. Una escena de la película refleja cómo esta situación era algo endémico: para trabajar había que ceder a las pretensiones de los directivos.
En el haber de la película hay que destacar la interpretación de las actrices protagonistas (sobre todo de Charlize Theron y Margot Robbie) y de John Lightow, que interpreta a Ailes. Y también hay que subrayar la intención de poner sobre el tapete una situación deleznable que va más allá de toda ética.
Notemos también que la actitud prepotente y criminal de Ailes va a tono con una visión de la realidad que en los últimos cuatro años se ha aposentado en el imaginario común gracias a la no-política perpetrada por el anterior inquilino de la Casa Blanca, reciente y felizmente expulsado de ella y esperemos que olvidado en el limbo de la historia. Este tiene también algún cameo en El escándalo gracias a imágenes de archivo, convenientemente insertas en la acción, puesto que los hechos narrados se suceden en paralelo con el final de la campaña electoral de 2016 que, como sabemos, fue ganada por quien fue aconsejado en más de una ocasión por el propio Ailes y que, sin duda, participa (y lo ha evidenciado) de sus pocos escrúpulos.
No sé si una película como El escándalo supone una puesta a punto de un modo de hacer política y orientar la comunicación de una manera más sana y moral. No creo, desgraciadamente, que una película tenga tanta influencia. Pero, en todo caso, es bueno que producciones como ésta ocupen un espacio y levanten la voz defendiendo con honestidad una manera distinta de actuar.
Antonio Venceslá Toro, cmf