El engaño del resentimiento

El resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa. La persona que lo sufre no logra olvidar esa ofensa. Y muchas veces es la misma persona quien la imagina. Sea como sea la vuelve a sentir una y otra vez (re-siente). Este sentimiento va acompañado de rencor y antipatía hacia quienes causaron el daño real o imaginado. Esto último es más que frecuente.

Hay una historieta que lo explica de modo jocoso: En cierta ocasión, un hombre iba por una carretera solitaria conduciendo su furgoneta. Al cabo de bastantes kilómetros, le reventó una rueda. El conductor no tuvo más remedio que detener el vehículo para arreglarlo. ¡Y comprobó horrorizado que le faltaba el gato! El lugar era una inmensa llanura solitaria, alejada de cualquier población cercana. La cercana noche lo anegaría todo de oscuridad. Al cabo de unos minutos, vislumbró a lo lejos una lucecita. Como no había alternativa, y menos a esas horas intempestivas, se encaminó hacia dónde parpadeaba aquel tenue resplandor.

Por el camino, iba preguntándose por qué le tenía que haber pasado eso a él, por qué había tomado esa carretera, por qué antes no le habían revisado bien las ruedas y los dispositivos para un imprevisto de este tipo. Además, por la hora tan avanzada, si es que había habitantes en esa distante casa, estarían durmiendo y probablemente no dispusieran de lo que él necesitaba. Imaginó incluso que se negarían a ayudar a un desconocido como él. Y así, mientras caminaba bajo la lluvia, y con un intenso frío, su cabeza bullía de pensamientos negativos. Progresivamente se iba llenando de rabia por dentro. Cuando, al cabo de un buen rato, cansado y aterido, llegó a la casa, llamó a la puerta y le abrió un señor mayor somnoliento y en pijama. Nuestro conductor, ya quemado por sus oscuras imaginaciones, sin mediar palabra, le espetó: “¿Sabe lo que le digo? ¡Qué se meta el gato por dónde le quepa!”.

Lo irónico del relato encubre un mensaje: Muchas veces, somos nosotros mismos los que imaginamos situaciones que no tienen que ver con la realidad; presuponemos conductas irreales en los demás, supuestos agravios que no se han producido más que en nuestra calenturienta imaginación. Max Scheler decía que el resentimiento, el rencor, es una autointoxicación psíquica, como un volver a sentir, un re-sentir. Es un veneno que autogenero yo mismo y que me lo tomo esperando hacerle daño a otro.

Pero siguiendo con el hilo, al ser el resentimiento una pasión emocional hay que racionalizar para que la respuesta −insisto, muchas veces se trata de un agravio imaginario− no sea una reacción irracional que nos llene de amargura. Porque no ofende quien quiere, como dice el refrán, sino quien puede; y eso porque previa y voluntariamente le hemos abierto la puerta de nuestro interior.

Pero, y suponiendo que la ofensa sea real, la única vía que nos queda, para que el veneno no coagule la circulación y colapse el corazón, es el perdón. Responder bien por mal, me parece que es lo más revolucionario que se puede ser en este mundo. Lo otro, pagar con la misma moneda, no tiene novedad: es más de lo mismo. Bebemos la pócima que nos emponzoña. El perdón, es otra historia.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Jacob Jolibois)

 

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