El otro día estuve hablando con una madre en la parroquia donde realizo mi apostolado. Me contó que ella siempre tiene que estar pendiente del móvil con el volumen “a tope” ante cualquier llamada que pueda recibir. Esto le viene de una experiencia que tuvo cuando, su madre que está muy mayor y se queda sola en casa, le llamó un día que se cayó de la cama y, gracias a tener el móvil “con el volumen a tope”, pudo salvarla.
Es muy significativa esta experiencia. Podemos pensar también en los que trabajan en servicios de emergencia, las ambulancias, los bomberos y los policías. Seguro que sus móviles y teléfonos centrales siempre están encendidos y con el volumen a tope, para poder responder, actuar y salvar a las personas que necesitan ayuda.
Pues, quizás el móvil de un misionero también deba estar siempre encendido, full de batería y con el volumen a tope…
Porque en él están los números de todos los que te quieren y te necesitan.
Números de los que te suelen llamar y envían mensajes; números de los que te felicitan en tu día; tus familiares, hermanos, amigos, los jóvenes, la gente del colegio y de la parroquia…
El móvil debe estar siempre preparado…
“Padre, mi abuela está enferma, ¿Puede usted venir a darle la comunión?”
“Padre, esta tarde tenemos la reunión del grupo de catequesis, no puedo estar, porque estoy malito de garganta”
“Hola amigo, ¿cómo estás? ¿Quieres venir a tomar algo con nosotros?”
“¿Padre, a qué hora es la misa esta tarde?”
“Hola hijo, soy tu madre, ¿cómo estás?”
“P. Fulanito, necesitamos un misionero para tal misión…”
¿Estás dispuesto a responder a tantas llamadas y mensajes que vas a recibir…?
Por otro lado, me doy cuenta de que a veces no estoy dispuesto a contestar LA LLAMADA y lucho contra ÉL… Aunque termino aceptando lo que Él quiere…
Por eso damos gracias al Señor de la Vocación, porque nos sigue llamando a la puerta de nuestro corazón.
El móvil también puede representar a nuestro corazón. El corazón debe estar encendido, cargado y estar a tope de volumen, para escuchar la llamada de Dios, 24 h.
Y tú, ¿tienes el volumen “a tope” por si Dios te llama o alguien que te necesite?
Tomas M. Joustefen, cmf