El comentario del Domingo: XXXIII del Tiempo Ordinario

19 de Noviembre 2017. Mt 25, 14-30

Continúa este domingo el evangelio con sus llamadas de atención para que no nos durmamos en nuestra vivencia cristiana. Cuando san Mateo escribió su evangelio muchos miembros de su comunidad pensaban que la última venida del Señor era algo inminente, y por eso algunos de ellos se dedicaron a “esperar” sin hacer nada.

Las parábolas del capítulo 25 de san Mateo van todas en la misma dirección: advertir para que no se duerman, sino que estén vigilantes. Hoy nos cuenta la parábola de los talentos, la del señor que se va dejando a sus siervos unas cantidades de dinero (talentos) hasta su vuelta. Al regreso pide cuentas a cada uno de ellos. Dos han sido “fieles” y reciben la alabanza del señor y su premio: “entra al banquete de tu señor”. El tercero ha escondido su talento y solo lo devuelve. No ha hecho nada malo, pero recibe el reproche y el castigo de su señor por no haber hecho nada.

El talento tenía un valor aproximado de 36 kilos de oro, equivalente al salario de un jornalero durante 16 o 18 años de trabajo. Mucho dinero.

En la interpretación de la parábola, cuando se habla de “talentos”, rápidamente podemos pensar en “inteligencia” o en “cualidades”, que Dios nos ha dado, y en cómo negociamos esos dones. A esto nos lleva el estar viviendo en un tiempo y en una sociedad tan materialista como la nuestra. Yo prefiero pensar que el talento que Dios da a cada uno, más que una cualidad, es la propia vida, que Dios nos da a todos por igual. Y es con ella con la que tenemos que negociar. No podemos dejar que se pase sin hacer nada, esperando “el santo advenimiento”. Nuestra vida es muy valiosa como para dejar que se nos escape de las manos. La mejor inversión es la que podemos hacer a favor de los demás, siguiendo el consejo de Jesús: “el que quiera ganar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí y por el evangelio, la ganará para la vida eterna”.

Juan Ramón Gómez, cmf

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