12 Noviembre 2017. Mt 25, 1-13
En el evangelio de este domingo nos cuenta Jesús la parábola de las diez muchachas que van a un banquete de bodas, y unas son necias y las otras prudentes.
Cuando habían pasado unos meses desde los desposorios, el novio con sus amigos conducían a la novia a la casa de la familia del novio, y allí se celebraba el banquete. La novia acudía en cortejo con sus amigas. Era un ritual no religioso y se celebraba por la tarde-noche, de ahí la necesidad de las lámparas.
Analizando la parábola lo importante no son las personas, sino la luz. Sin una lámpara encendida no se pintaba nada en el cortejo. Había que llevar el aceite que alimenta la lámpara. Ésta da luz a costa de consumir el aceite. Lo importante es dar luz, pero para que luzca es necesario el aceite.
Jesús nos había dicho: “vosotros sois la luz del mundo”. Y somos luz si nuestra vida ilumina a nuestro alrededor. Y para eso nuestra vida ha de estar plena de sentido, haber encontrado “la verdadera sabiduría” que nos dice la primera lectura. E iluminará si el aceite de que se alimenta es el amor.
Cinco de las amigas de la novia eran necias que no se proveyeron de aceite, y lo pidieron a las otras, que no se lo pudieron dar. Si el aceite es el amor, uno no puede amar en nombre de otro. No podemos descuidarnos en vivir desde el amor. El estar vigilantes no es una referencia para el final de la vida, sino una llamada de atención por si estamos viviendo sin caer en la cuenta de que nos puede “faltar el aceite”, el vivir amando.
Juan Ramón Gómez, cmf