El comentario del Domingo: XXVIII Tiempo Ordinario

14 de octubre de 2018. Mc 10, 17-30

Hay momentos en nuestra vida en los que debemos tomar decisiones importantes para su desarrollo posterior. De esas decisiones puede depender nuestra felicidad o que afrontemos lo que está por venir con desilusión o incluso amargura. Según los valores que tenemos como fundamento, así hemos de orientar el futuro.

La primera lectura de este domingo hace un elogio de la verdadera sabiduría, la que me ha de llevar a hacer un discernimiento para ser verdaderamente feliz. Y en el evangelio, el episodio del joven rico que pregunta a Jesús “¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?” Según él, es bueno, cumplidor, fiel a los principios de la ley de Moisés. Pero fue a preguntarle a Jesús, quien le indicó un camino más exigente, puesto que implicaba la renuncia de mucho de nosotros  mismos en favor de los demás, y después, seguirle a él. Ante estas palabras “frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”.

Son muchos los cristianos, buenos cristianos, que no han sido capaces de dar ese paso adelante. Aún hay muchos “valores” que se interponen. “Una cosa te falta”. La comodidad, el hedonismo, la falsa seguridad de los bienes materiales nos sigue atando a valores perecederos. La búsqueda de la verdadera sabiduría nos ha de conducir por el camino de la renuncia, del olvido de nosotros mismos para poner por delante a los otros.

Estamos viviendo tiempos de déficit de vocaciones. Faltan cristianos que se decidan a comprometerse con el reto que lanza Jesús: “vende lo que tienes, dalo a los pobres y después, ven y sígueme”. Jóvenes que sientan la mirada amorosa de Jesús y se dejen interpelar por ella. Dios está dispuesto a darles cien veces más de lo que dejen, y por supuesto, heredarán la vida eterna.

Juan Ramón Gómez Pascual, cmf

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