El comentario del Domingo: XXVII del Tiempo Ordinario

7 de octubre 2018. Mc 10, 2-16

Este domingo nos dice Jesús cuál es su postura frente al matrimonio, que no admite dudas: «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Son muchos los católicos que no tienen claros los criterios ante los problemas que puedan surgir en la vida matrimonial y que llevan a una ruptura. En la doctrina de la Iglesia solo caben dos posibilidades.

– Separación: cada uno por su lado, pero permanece el vínculo, siguen casados.
– Anulación o nulidad: hay causas de antes de la boda que impidieron la realización del sacramento, que lo hicieron nulo (no hubo matrimonio aunque celebraran la boda).
Ante las preguntas que hacen algunos y los argumentos que esgrimen, el Papa Francisco no ha cambiado la doctrina. Solo ha pedido que se aceleren los procesos y que no se graven económicamente. Que se analicen las causas (inmadurez, falta de fe, desconocimiento, fuerzas internas o externas…) para una rápida determinación de nulidad o no nulidad.
El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por su Iglesia, amor hasta la cruz. Si este amor no puede fallar, el sacramento que es signo del mismo amor, tampoco. La falta de compromiso, la inmadurez, la poca capacidad de sufrimiento o la creciente permisividad social (dureza de corazón), hacen que algunos matrimonios parece que vengan con fecha de caducidad y se pretenda justificar lo que no es.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. El divorcio no tiene sitio en la mente de Jesús. Solo en la legislación civil.

Juan Ramón Gómez, cmf

 

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