El comentario del Domingo: XXII del Tiempo Ordinario

1 de septiembre de 2019. 22º Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Jesús, en su camino a Jerusalén, es invitado un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos. No era el único invitado, pero sí debía ser el principal punto de atención, pues “ellos le estaban espiando”, nos dice el Evangelio. También Jesús observaba el comportamiento de los fariseos, y vio cómo escogían los puestos de honor en el banquete. No se le pasó la ocasión para darles su enseñanza: mejor humildes que soberbios, sencillos que engreídos.
También en nuestros días, en nuestra sociedad, el querer aparentar más de lo que nos corresponde parece ser un mal bastante común. Buscamos el reconocimiento por parte de los demás, que hablen de nosotros, que nos tengan en cuenta, que seamos protagonistas. Las redes sociales y los medios de comunicación son un buen instrumento para mostrar más lo que queremos que aparezca que lo que somos en realidad. Vanidad de vanidades. Es una forma de buscar los primeros puestos. Solo apariencias.
Por eso hoy la llamada de atención de Jesús va por nosotros. Nos pide vivir desde otros valores. Nos ofrece la humildad frente a la vanidad, frente a la apariencia: “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Toda su vida fue un ejemplo de servicio y entrega a los demás: “no he venido a ser servido, sino a servir”. Para los que, como él, empeñan su vida al servicio de los demás, es para los que están reservados los primeros puestos.
Los apóstoles, equivocados, buscaban los puestos de honor en el Reino de Dios, y fueron amonestados por Jesús. María se ofreció como sierva del Señor, quien ensalzó la humildad de su sierva. ¿A quién me parezco más?

Juan Ramón Gómez Pascual, cmf

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