13 Agosto 2017. Mt 14, 22-33
Tras la multiplicación de los panes y los peces Jesús mandó a sus discípulos a la otra orilla del lago, y él se quedó en el monte para orar. Es madrugada, en la barca los discípulos, pescadores muchos de ellos, lo están pasando mal por la tempestad. Tiemblan y gritan de miedo al ver venir a Jesús andando sobre las aguas, y creyendo que es un fantasma. “Soy yo, no temáis”, dice Jesús. Y Pedro, tan impulsivo como siempre, le pide poder ir hacia él. La duda le hace hundirse.
Somos muchos los que nos vemos reflejados en la figura de Pedro. Parece que confiamos en Jesús, pero en cuanto sentimos la más mínima dificultad, dudamos y nos hundimos. Falla nuestra confianza y tenemos que decir: “¡Sálvanos, Señor!”.
Vivir hoy nuestra fe tiene sus dificultades. Ya lo anunció Jesús: “dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa”. También hemos de superar nuestra propia debilidad, nuestra infidelidad, nuestra falta de compromiso, nuestra duda. Y la fuerza ha de salir de nuestra unión con Jesús. Él mismo nos muestra el camino. Antes de caminar sobre el agua, sube al monte a orar; antes de multiplicar los panes y los peces, se encomienda al Padre: antes de cualquier milagro, levanta los ojos al cielo, y en el Huerto de los olivos, pone su vida en manos del Padre.
Necesitamos la oración, el contacto, la amistad con Jesús para superar las dificultades, nuestra falta de confianza. Que la Palabra y la Eucaristía de este domingo sean el apoyo que necesitamos. ¡Sálvanos, Señor, que sin ti, perecemos!
Juan Ramón Gómez, cmf