El Comentario del Domingo: VIII Tiempo Ordinario

3 de marzo de 2019. (8º T O C)

En el evangelio de este domingo continúa la enseñanza de Jesús a las multitudes. Lo hace utilizando unas comparaciones, que debían ser muy comunes en su tiempo: un ciego no puede guiar a otro ciego…; un discípulo no puede ser más que su maestro…; la mota en el ojo ajeno y la viga en el propio… Todas relacionadas con el mensaje del amor al prójimo del domingo pasado.
Con qué facilidad estamos dispuestos a ver los defectos de nuestros hermanos, y en cambio, siempre tenemos disculpas para los nuestros. Queremos enseñar el camino a otros cuando nosotros andamos perdidos; queremos ser maestros cuando aún no hemos aprendido casi nada; queremos corregir a los demás sin ver nuestros propios defectos. A los que así actúan Jesús los llama hipócritas.
No conocemos lo que hay en lo más profundo de los demás, pero rápidamente juzgamos y condenamos. Nos creemos superiores y en posesión de la verdad, y por eso tenemos derecho a juzgar. Aunque el Señor nos dice que no juzguemos para no ser juzgados. Es fácil que seamos injustos y no pensamos que se nos aplicará la misma vara de medir que nosotros usemos. San Antonio María Claret nos da un criterio que puede ayudarnos a no equivocarnos: “excusen la intención cuando no puedan justificar la obra”. Es la actitud y la intención de las personas la que debe contar. El Señor nos invita continuamente a que seamos “auténticos”. Debemos mirar nuestro propio interior para ver cómo somos de verdad. Y tratar de imitar al Señor no solo en lo externo, sino principalmente en tener los mismos sentimientos que él tuvo. Tener sus mismas actitudes. Desde éstas, nacerán nuestras obras.

Juan Ramón Gómez Pascual, cmf

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