15 Octubre 2017. Mt 22, 1-14
Hoy Jesús nos sigue hablando del ofrecimiento que nos hace Dios de su Reino. También lo hace con una parábola: la del banquete que ofrece un rey por la boda de su hijo. La oferta para entrar en el banquete es, en primera opción, para el pueblo elegido. Y de la misma manera que en los domingos anteriores la oferta es rechazada. En esta ocasión los invitados se amparan en distintas excusas para rechazar el ofrecimiento.
El plan que Dios tiene para cada uno de nosotros está repleto de alegría, de fiesta, de felicidad (1ª lectura). Pero al igual que a los viñadores homicidas del domingo pasado, los invitados a la boda de este domingo tienen otros intereses. El plan de Dios no va con ellos. Tienen una clara actitud de rechazo al Señor y su oferta. Y como la fiesta ha de celebrarse, se invita a “los de fuera”, a todos los que quieran asistir, a cualquiera que acepte la oferta. Y el banquete se llenará de gente y de alegría.
Esta parábola ha de hacernos pensar en cuáles son mis intereses, qué cosas o actitudes me impiden celebrar con alegría la presencia del Reino de Dios entre nosotros. También debemos preguntarnos si estamos viviendo nuestro seguimiento de Jesús, nuestra pertenencia al Reino de Dios, como una verdadera fiesta, o solo como el mero cumplimiento de unas normas que no nos llenan de felicidad. Sentirnos invitados por Dios a vivir la fiesta de su Hijo debería ser motivo de alegría y celebración.
Juan Ramón Gómez, cmf