06 Agosto 2017. Mc 9, 2-10
Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a una montaña para orar, y mientras lo hacían, se transfiguró ante ellos. Los apóstoles vieron la gloria de Dios. Pretendieron quedarse allí, porque se estaba muy bien. Pero han de bajar de la montaña; han de poner los pies en el suelo, y no olvidar lo que Jesús les había manifestado poco antes de subir a la montaña: “Vamos a Jerusalén, y allí me prenderán, me juzgarán y me condenarán a muerte, pero a los tres días resucitaré”. Ni en un momento ni en el otro entienden lo que está pasando.
Con frecuencia tendemos a olvidar que algunas cosas solo se ganan con gran esfuerzo. De ahí que Jesús les muestre que para llegar a la gloria es necesario pasar por la cruz.
Cuando Jesús se transfiguró delante de Pedro, Santiago y Juan, les estaba mostrando (también a nosotros), que para llegar a ese final, había que recorrer primero este camino. Para mostrarnos que el camino de esta vida es muy duro, pero que Dios no nos olvida y que da respuesta a nuestra fe y esperanza.
Nuestra fe ha de ser confianza en el final que Dios nos promete, y que ha de reforzarse con las señales que Dios nos da cada día y que debemos descubrir.
Juan Ramón Gómez, cmf