28 de mayo 2017. Mt 28, 16-20 La Ascensión.
Durante un tiempo el Señor resucitado se apareció varias veces a los discípulos. En esta solemnidad de la Ascensión, Jesús se aparece, les promete no dejarles solos, les encomienda una misión, y lo vieron elevarse al cielo.
Es el momento de su glorificación, de estar junto al Padre con pleno poder sobre cielo y tierra. Ahora puede enviarnos su Espíritu. Volverá al final de los tiempos.
Su Ascensión es un misterio que solo podemos aceptar desde nuestra fe. Dios lo sienta a su derecha como reconocimiento a toda su obra. Ha terminado su tiempo entre nosotros, pero no nos abandona. Será una nueva forma de presencia: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Así podremos cumplir sus deseos: “haced discípulos, bautizándolos, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado…”
Hoy es un día de alegría porque la Ascensión de Jesús es la victoria de los que creemos en El, pues compartimos su divinidad. Es día de esperanza porque donde está El, estaremos también nosotros, según su promesa: “me voy a prepararos sitio”. Y es día de compromiso, pues no es fácil ser sus testigos en un mundo en el que tantas trabas tienen los creyentes. Pidamos hoy con san Pablo que “nos de su Espíritu para conocerlo, y que ilumine nuestro corazón para comprender cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Juan Ramón Gómez, cmf