El comentario del Domingo: III Domingo de Adviento

17 Diciembre 2017. Jn 1, 6-8. 19-28 

He podido constatar, sobre todo en el sacramento de la reconciliación, que muchos creyentes viven su fe como algo opresivo, que en determinados momentos la sienten como cargada de normas externas e impositivas, se sienten obligados al cumplimiento, agobiados y faltos de libertad. Es posible que no hayan entendido la esencia del cristianismo.
El que es sujeto de fe, sabe y siente que, a pesar de los muchos males de nuestro mundo, hay motivos de esperanza. Tenemos una promesa de salvación (evangelio= buena noticia), que se va a hacer realidad y que nos ha de llenar de alegría.
«Estad siempre alegres», nos dice san Pablo. «Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador», proclama María. «En medio de vosotros hay uno al que no conocéis», testifica Juan el Bautista. Este es el motivo de la alegría.
Si la felicidad es un estado interior; si todo es del color del cristal con que se mira, el cristiano ha de vivir su fe y su compromiso convencido de la presencia y del amor de Dios, y compartiendo ese amor con los demás.
Vivir no puede ser «soportar». Creer es algo más que «cumplir», es «celebrar». Solo así podremos ser testigos de la Luz. Un cristiano triste, es un triste cristiano.

Juan Ramón Gómez, cmf

(Quizá hoy, a colación de este comentario te gusta escuchar esta canción de Axel: «Celebra la Vida»):

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