21 de Enero 2018. Mc 1, 14-20
«Ya estoy convertido. No necesito convertirme.» Soy buena persona y cumplo con la Iglesia, ¿de qué me voy a convertir?
Lo piensan muchos sin saber que la conversión es algo más que un «portarse bien», aunque por ahí habría que empezar (Jonás y los ninivitas). La conversión lleva consigo un cambio de mentalidad, un cambio en nuestras estructuras vitales. Jesús nos dice: «Convertíos y creed en el Evangelio». O sea: vivid a fondo los valores del Evangelio.
Y llamó a algunos para que vieran de cerca cómo lo hacía Él, para que vivieran con Él y como Él. Se ilusionaron, lo dejaron todo y se fueron con Él (se convirtieron). Más tarde ellos nos lo enseñan a nosotros y nos piden que vayamos con ellos, que vivamos como Él.
Necesitamos en la Iglesia personas que se atrevan a vivir como Jesús y que sigan haciendo presentes sus mismos valores. Y que algunos de ellos escuchen la llamada para ser «pescadores de hombres», servidores por amor.
Pidámoslo a Dios nuestro Padre.
Juan Ramón Gómez, cmf