4 Marzo 2018. Jn 2, 13-25
Este domingo el evangelio nos narra cómo Jesús echó a los vendedores del templo de Jerusalén. Estaba cercana la fiesta de Pascua y habría mucha gente venida de otros lugares para las celebraciones. En el templo se podían comprar las víctimas para las ofrendas que marcaba la ley de Moisés o cambiar las distintas monedas. Era lo habitual. Y Jesús realiza una acción que puede sorprendernos. Echa a los mercaderes del templo, y como razón dice que han convertido en un mercado la casa de Dios. El templo debía ser el lugar de encuentro con Dios, pero Jesús encuentra a la gente ocupada en comerciar y hacer negocio. La acción de Jesús es una muestra de amor y fidelidad a Dios. También es una muestra de su disconformidad con este tipo de prácticas: con Dios no podemos relacionarnos con “tratos” como si pretendiéramos condicionar a Dios: te ofrezco para que me des. La acción de Dios siempre es gratuita. Dios da por amor, y un amor no condicionado. “Misericordia quiero, y no sacrificios” nos dice el profeta y el mismo Jesús. Esta es la respuesta que él quiere. Lo refrendará con su resurrección.
¿Con qué ánimo acudimos nosotros a la celebración del día del Señor?¿Están presentes la acción de gracias, la alabanza y la alegría de un día de fiesta o vamos esperando algo a cambio?¿Nos echaría hoy a nosotros?
Ojalá nuestros domingos sean la ocasión para encontrarnos con Jesús, con su palabra y con los hermanos que comparten la misma fe.
Juan Ramón Gómez, cmf