El color del dinero

En 1960 Robert Rossen, uno delos más originales e independientes realizadores del cine hecho en Estados Unidos, dirigió El buscavidas, el retrato de la progresiva degradación moral de un jugador de billar, Eddy Felson (interpretado por Paul Newman),que culminaba en el fracaso y el olvido. Veintisiete años después,en 1987 Martin Scorsese retomó el itinerario vital de aquel perdedor. Eddy Felson vive apartado del mundo del billar,dedicado al comercio de whisky adulterado y a promocionar jugadores con los que gana un buen dinero. Un día descubre a Vince (Tom Cruise), un joven que le recuerda cómo era él en su juventud. Viendo un gran potencial, decide instruirlo, enseñarle todas las malas artes que conoce para engañar a los rivales.

Sobre el verde tapete de las mesas de billar, Scorsese nos brinda una lección de moralidad, o podríamos decir de (in)moralidad, un método de aprendizaje de la mentira. Eddy, Vince y la novia de éste, Carmen (Mary Elisabeth Mastrantonio) inician, sin pretenderlo, un viaje al fondo de sí mismos. Vince se resiste en un principio. No se resigna a ser un perdedor engañoso cuando, sin dificultad, podría ser ganador. No comprende el valor de la mentira. Es un ingenuo. No entiende el sentido de los dobles juegos. Poco a poco, de un modo casi imperceptible las personalidades de Eddy y Vince se van yuxtaponiendo como un prolongado encadenado del que surge una subversión de caracteres del enfrentamiento, la incomprensión.

Eddy Felson prueba el sabor de la mentira en su propia carne y siente, como nunca, el fracaso de verse engañado. E inicia un proceso de regeneración moral, de toma de conciencia de sí mismo y sus posibilidades. Coloca sobre los verdes tapetes su habilidad y su sinceridad. Y vuelve con ese simple bagaje.

El color del dinero es una película de sensaciones. La cámara está en constante movimiento sobre, alrededor,  frente a las mesas verdes y los rostros que transitan por ellas. A través de la dinámica de los encuadres nos vemos metidos en un mundo que es una metáfora de la propia vida. La cámara va diseccionando esa parcela simbólica de la realidad captando gestos y comportamientos. Nunca como en Elcolor del dinero se aprecia mejor que «un travelling es una cuestión moral», que dijo Jean Luc Godard. Fiel a este planteamiento, Scorsese ha trazado su película con tiralíneas, midiendo con precisión los movimientos de cámara. transmitiendo con ellos y comunicando a partir de ellos el valor de la mentira y de la verdad.

No estamos ante una película al uso corriente. No descansan sus presupuestos en la acción incontrolada o el ritmo rápido. Es una película lenta (quizá excesivamente en algunos momentos), pero tremendamente eficaz en sus conclusiones.

Más recientemente, aunque no tanto, en 2013, Scorsese realizó El lobo de Nueva York, que podría haberse titulado también El color del dinero. Porque, basándose en hechos reales, describe el ascenso y caída de un tiburón de las finanzas que subordina todo al dinero, el consumo, las adicciones, el placer. A tono con el estilo irreflexivo y acelerado del protagonista (a quien interpreta Leonardo Dicaprio), Scorsese nos ofrece un recital de cámara en constante movimiento, siguiendo frenéticamente el deambular de sus personajes. Simplemente, lo comento como alternativa a la protagonizada por Paul Newman. Tal vez, sea más accesible y, desde otra perspectiva, también es una lección moral.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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