EL AYUNO QUE YO QUIERO (Is 58,5-12)

Una voz sin descanso

rompe los silencios cautivos.

Es la Voz de Dios que reclama

poner el corazón en vilo,

enderezar sus sendas,

dejar que su Palabra viva

ahogue nuestras voces frágiles

y nos abra a la vida.

 

Dice el Señor:

 

No quiero ayunos ni lutos

ni abstinencias ni aflicciones.

ni la ceniza en la frente

ni la cruz de tus dolores.

 

Ni tu cuerpo derrotado

ni tu mirada perdida.

Ni tus labios malheridos

ni tus rodillas vencidas.

 

No me agradan tus plegarias

ni el olor de tus inciensos

mientras luzcan en mi rostro

las lágrimas de mi pueblo.

 

Dice el Señor:

 

El ayuno que yo quiero

es que rompas las cadenas,

derribes las alambradas

y enjugues llantos y penas.

 

Que el oprimido redima

la tiranía y el miedo.

Y la justicia deslumbre

las veredas y senderos.

 

El ayuno que yo quiero

es que desates los nudos

y que los pobres se alegren,

liberados de sus yugos.

 

Que se rompan los cerrojos

que tu corazón cautivan

y de par en par tus manos,

con abrazos y caricias.

 

El ayuno que me agrada

es que celebres la vida,

solidario con los pobres,

en la paz de la justicia.

 

Que se hospeden en tu casa

los que están a la intemperie,

y los desnudos y hambrientos

en tu corazón se queden.

 

Entonces, brillará tu luz

como un amanecer de ruiseñores.

Y escucharé tu voz cuando me llames.

Y entonarás nuevas canciones.

 

Borraré de tu rostro

las huellas de tu llanto.

Prepararé la mesa fraternal

y el festín de la Vida sin ocaso.

 

Las Palmas 2020

 

 

Blas Márquez Bernal, cmf

(FOTO: Cdoncel)

 

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