Javier Gutiérrez es un actor que ha conseguido un reconocimiento, nada gratuito, por la composición de personajes limitados (en el sentido de vivir en el límite de la normalidad, cuando no traspasándolo ampliamente), con tendencia al exceso, pero dotados al mismo tiempo de una rara humanidad que nos lleva a relacionarnos con ellos desde una compasión, tal vez poco merecida. En La isla mínima ofreció un recital de duplicidad que desorientaba y agrietaba las posibilidades de identificación del espectador, y que le mereció su primer premio Goya como actor protagonista. Con El autor ha conseguido el mismo galardón, gracias a su composición de una figura que linda con la manipulación y la extorsión sentimental más primaria e inadmisible. El protagonista es un escritor en ciernes en búsqueda de la obra cumbre que le lleve al reconocimiento de los demás y de sí mismo. Tiene como referencia la figura de su esposa, autora de éxito, cuyo estilo y formas desprecia; y a un profesor, animador del taller de escritura en el que participa, que pretende ofrecerle claves para acceder a ese conocimiento de la realidad que le permita plasmarla en el papel de modo convincente y auténtico. Junto a ellos, los vecinos del piso que ha alquilado para escribir su obra, durante un caluroso verano sevillano, se erigen en figuras de la ficción que enhebra el pretendido autor; se sirve para ello de manipulación, mentiras, espionaje de las intimidades ajenas, intromisión. La ausencia de imaginación y genio quiere suplirla con una copia de la realidad que le rodea, ausente él mismo del teatro del mundo que ha creado y cuyo telón se abre cada día para ofrecerle un retazo de vida, objeto de sus esfuerzos literarios. No desentraño aquí la evolución de los acontecimientos y el final de la trama.

Es destacable, ya lo indiqué, la interpretación de Javier Gutiérrez que se erige en el principal valedor de la película. Junto a él, el resto del reparto (la portera del edificio donde vive, el matrimonio de emigrados, el vecino xenófobo) contribuyen a la creación de un microcosmos reconocible y cercano. Y es que el comportamiento censurable del protagonista no desentona en ese conjunto de personajes en busca de sus propios intereses.

El realizador de El autor, Manuel Martín Cuenca, ya ofreció hace unos años un retrato nada complaciente del mundo en El caníbal. Ahora persiste en su particular pesimismo de mirada cruda a la realidad que le toca (¿nos toca?) vivir.

Antonio Venceslá, cmf

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