El 25 de agosto fue aprobada en nuestro país la Ley de garantía integral de la libertad sexual (conocida como la ley del solo sí es sí). Dicha ley elimina la diferencia entre agresión y abuso y pone el foco en el consentimiento. Casualidad o no, a mediados de septiembre fue estrenada en nuestro país El acusado, película francesa que abunda en las situaciones contempladas por dicha ley. Pareciera que el realizador Yvan Attal expone un caso práctico que ilustra el alcance de la ley. El argumento se centra en la acusación de violación que Mila, una joven de ascendencia judía, presenta contra Alexandre, un joven de buena familia, hijo de un veterano periodista televisivo y una feminista radical. El drama se complica porque la joven violada es hija de la nueva pareja de la madre del joven. Todo ello hace saltar por los aires la armonía en las familias, y el caso adquiere un eco mediático que trastorna aún más la frágil situación de los jóvenes.

La película está estructurada en tres partes. Las dos primeras ocupan aproximadamente la primera mitad y nos presentan la versión de cada uno de los jóvenes. Tras una oportuna introducción que nos presenta a los personajes, asistimos a la versión de Alexandre, primero, y a la de Mila, después. Lo que para ella es una violación, para él fue sexo consentido. Las versiones de ambos son descritas con minuciosidad por cada uno de ellos, y sometidas al escrutinio del tribunal que juzga el caso en la segunda parte de la película. Los alegatos finales de los abogados, a modo de epílogo, compendian las diversas opciones que se pueden tomar. Todo ello nos es presentado de manera que el espectador es confrontado con los hechos para que tome también su propia decisión. Y el realizador no cierra el círculo ni nos aclara el desarrollo de los hechos. Nos va presentando con algunos ligeros flashback los antecedentes de lo sucedido, pero en ningún momento toma partido por uno de los dos jóvenes y no recrea en imágenes lo que realmente sucedió. Esto hace que la película evite todo rastro de maniqueísmo y somete a quien la ve a la disyuntiva de elegir con quién se alinea, con él o con ella. Ciertamente el jurado que juzga el caso llega a emitir un veredicto, pero ello no entorpece el propio juicio que el espectador debe tomar.

El acusado es una película interesantísima que invita a la reflexión y nos sumerge en las interioridades del caso gracias a unas interpretaciones poderosas de todo el elenco, particularmente de los dos jóvenes.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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