¿Dónde está Ana Frank?

El nombre de Ana Frank no es desconocido para la mayoría de la gente. Las desventuras de la adolescente de origen judío muerta en el campo de Bergen-Belsen poco antes de concluir la guerra ha sido objeto de algunas películas, desde la realizada por Georges Stevens en 1959 hasta algunos telefilmes rodados en épocas más recientes. No hace mucho he podido ver otro acercamiento a la figura de Ana Frank, aunque en este caso algunas peculiaridades caracterizan la película distanciándola de sus precedentes. En primer lugar, ¿Dónde está Ana Frank? es una película de animación, lo que no significa necesariamente ‘película para niños’, aunque estos podrán disfrutarla y aprender lecciones valiosas de su narrativa. En segundo lugar, y esto es más peculiar, la verdadera protagonista no es Ana, sino Kitty, la amiga imaginaria a la que la joven judía dirige su diario compartiendo con ella las experiencias vividas durante el largo encierro que vivió junto a su familia y otras personas durante dos años, de julio de 1942 a agosto de 1944.

En esta película, por otro lado, se nos invita a trascender la experiencia de Ana y de los judíos perseguidos y asesinados por los nazis durante los tristes años de la segunda guerra mundial. El realizador israelí Ari Folman, incómodo radiógrafo de situaciones de angustia (véase Vals con Bashir), construye una historia en la que pasado y presente se yuxtaponen para certificar que, como antaño, siguen existiendo diversas formas de genocidio o desprecio hacia los seres humanos por razones de raza, origen cultural, u otros motivos. Kitty, la amiga de Ana Frank, viaja por el tiempo, del pasado al presente, haciéndonos participar de las desgracias y las discriminaciones sufridas por quienes fueron perseguidos y quienes continúan siéndolo.

¿Dónde está Ana Frank? plantea desde su mismo título una actualización de la experiencia vivida por la autora del famoso diario. Ciertamente describe lo sucedido en el escondite donde permaneció tanto tiempo, el viaje a Westerbork, campo de internamiento aún en Holanda (del que conocemos muchos detalles gracias a las cartas escritas por otra joven judía, Etty Hillesum), antesala del viaje definitivo hacia el campo de Bergen-Belsen donde murieron ella y su hermana Margot; pero Kitty sobrevuela la antigua experiencia y nos invita a adherirnos al sufrimiento de quienes hoy permanecen ocultos y perseguidos y son deportados, no a campos de internamiento, sino a los lugares de donde procedían, a la guerra o el hambre de los que han huido y a los que leyes inflexibles de nuevo les condenan, impidiéndoles vivir la digna existencia a la que aspiran y tienen derecho.

Si la experiencia de Ana Frank en particular y de los campos de exterminio, en general, ha sido objeto de estudio en centros de enseñanza (y el cine se ha hecho eco también de esto, véase La clase de Laurent Canet, o Diarios de la calle, de Richard LaGravenese), la película que comentamos también podría ser objeto de estudio en un taller de educación en valores que promueva el respeto de todas las personas independientemente de su origen y condición social.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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