En abril de 2013, dos terroristas realizaron un atentado en la línea de meta del maratón de Boston, provocando la muerte de tres personas y numerosos heridos. En su huida acabaron también con la vida de un policía. Inmediatamente las autoridades pusieron en marcha las medidas necesarias para localizar y detener a los responsables, cosa que lograron cuatro días después. No descubro nada que no se pueda ver en las hemerotecas. Conocer el desenlace de la historia no evita sentirse implicado y compartir el sufrimiento de quienes se vieron afectados.
Día de patriotas narra los hechos intentando ser muy fiel a lo sucedido. Durante dos horas nos acercamos a lo que pasó aquellos días y a los protagonistas que vivieron la tensión y el dolor provocados por las bombas. Al estilo de producciones ya vistas, la película comienza presentando en su vida cotidiana a quienes van a ocupar a su pesar un lugar de privilegio en la historia: un policía sometido a control por sus superiores, una pareja de enamorados que planean pasar una mañana de domingo viendo la carrera, un jefe de policía de una comisaría suburbial que tendrá un papel importante, los terroristas preparando el artefacto que harán explotar, un joven de ascendencia coreana que igualmente tendrá su lugar en la función… Una vez dispuestas las piezas, comienza la representación de los días trágicos que vivió Boston.
Como en toda película que se precie (y en esto el cine venido de EEUU es ejemplar) la película tiene ritmo, capta la atención y suscita interés. No falta tampoco el típico personaje que en un momento de la trama replica eso de “mi ciudad” con un ridículo sentido de propiedad, que a juzgar por la frecuencia con que se escucha en otras películas debe formar parte de la mentalidad de sus habitantes.
La película subraya en su desenlace, acercándose así al documento, el efecto que el atentado ejerció en la ciudad de Boston, levantando el ánimo, insuflando energía y conciencia. Algunas imágenes finales nos presentan los rostros reales de quienes vivieron los acontecimientos, y algunos detalles de cómo rehicieron sus vidas.
Quizá, ya desde el mismo título, estemos ante el enésimo producto creado a mayor gloria del patriotismo norteamericano. Pero los hechos sucedieron, la tragedia se consumó, y los muertos y heridos no fueron actores de una campaña publicitaria.
Antonio Venceslá, cmf