Después del mar

Moverse, rotar, cambiar toda una idea firme que hierve herida bajo los pies, una tierra tallada con manos mezquinas que no pretenden la Historia, sino más bien la sombra en donde practicar sus afinados egoísmos heredados. Todo un dominio que parece querer paralizar a quien no entienda el encierro de su pobreza. Entonces, ya sufridos los momentos de desesperación, la huida de un suelo que se endurece es la única imagen de futuro cuando nada ha crecido en derredor.

Entonces el Mar, Escapar sobre el mar, errar sobre un camino blando, inquieto y que decide su forma, que siempre allí a un costado está hablando y subiéndose al borde de sus lugares, sin el respeto ni el permiso de los que solo tienen miradas para obedecerlo. Todas, todos, con la misma voluntad de un futuro que va paso a paso, sobre cada ola, navegando entre oscuridades, sin entender dónde está el frente, sin saber cómo leer el cielo. Y si el mar no sangra (1), o comienza a hervir (2) en la derrota de esos pecadores (3), serán vistos desde una costa o barco bien construido mientras sufren ya el hambre y la sed de los días completados sobre un vehículo, que se descompone en el agua que pellizca su débil estructura.

Entonces otra tierra les recibe, les retiene. Voces inentendibles entre momentos apurados pretenden respuestas y alguna presunta amabilidad organizada les recibe acogiendo el último momento de esa parte de la aventura.

Así sobre cada una de las personas a las que ya el público se acostumbró a saber de su irrupción, comienza con un conteo eficiente y la ubicación física para quitar vestigios de un periplo infeliz. Esa gente, percibida como repetida, nimbadas con colores peligrosos se mete en un suelo que los prefiere fuera, de vuelta, inexistente. No por todas las personas que les observan, pero la resistencia a su visita, mastica el resentimiento instantáneo reposado en algunas vidas miserables. Cada nombre, mal dictado quizá, mal anotado por supuesto comienza a escribirse en papeles que van designando la categoría de su estancia que indica la cantidad de metros que se les permite transitar. Desde lejos, gente de mucha edad y vestimentas bien cortadas hablar a favor y en contra, explicando a favor y en contra la crisis que suponen personas después de la desesperación andando por el país que dicen defender.

Debajo, en el fondo, en el principio, quedan las gentes que rotos y cansados se animaron a subirse a un monstruo con la fe, la idea, la presunción de que luego del mar sus vidas valdrán dentro del lugar en el que existan.

Mientras, detrás de los prejuicios y entre el afecto que, por supuesto existe, andarán, despertando, buscando diversión, equivocándose, desconociendo, recordando y sufriendo, encontrando lo nuevo, practicando manías y costumbres, aceptando amistades y soportando violencias, mientras viven, esperando cada día, como cualquiera, como seres humanos que son, del mismo mundo del que no podemos acordar su forma.

 

Damián Henriquez

(FOTO: JP Fichman)

 

NOTAS:

1 Alusión a la letra de la canción “Sinnerman

2 Ibid.

3 Ibid.

 

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