Al regreso de las vacaciones, en las que la pesadilla del despertador matutino estaba desterrada, tornamos al ritmo normal de los días. Nos topamos de nuevo con las rutinas predecibles y con trajines imprevistos.

Teóricamente nos decimos que la fe nunca toma vacaciones; pero la experiencia nos evidencia que en verano y en vacaciones aflora el bajón, causado por la apatía y la desgana. ¿Cómo superarlo para ponernos las pilas? Cinco breves orientaciones pueden ayudarnos a sortearlo con sentido común y estilo cristiano.

  1. No problematizarnos. No hagamos demasiado caso al bajón. Aceptemos nuestra condición humana. A veces esa ausencia de esfuerzo tiene una causa química y no necesariamente una causa espiritual. Advirtamos que no hay un problema que resolver, sino tan solo un momento que atravesar.
  2. En consecuencia, lo que debemos preguntarnos durante el bajón no es si estoy bien o mal, sino si estoy haciendo bien o mal. Examinar continuamente el termómetro de los sentimientos no es sano, ni da una información fidedigna. «La vida sigue igual», decía la canción. Y así es: en los bajones todo sigue igual menos mi ánimo que es mal guía y pésimo consejero.
  3. Procurar no declararnos en estado de bajón. Podemos engañarnos y refugiarnos en el bajón para no reaccionar como correspondería. Como se cuelga en un taller el cartel de «Cerrado por va­caciones», es tentador colgarnos en nuestro corazón un cartel de «Cerrado por bajón», y entregarnos mientras tanto al capricho y a la autocompasión. Así no se construye nada.
  4. Seamos conscientes de que a todos nos afecta la ley del boomerang. El boomerang es un objeto que vuelve a nuestras manos tras lanzarlo lejos. Así cuando lanzamos nuestro corazón a amar, cada cierto tiempo vuelve a centrarse en nosotros mis­mos y en nuestras comodidades. Y dejamos de amar. Por eso, cuando retorne, hay que volver a lanzarlo enseguida lejos. Con deportividad. No perdamos el tiempo. Dejémonos amar y entreguémonos a los demás. Con ganas o sin ganas, pero pongamos en circulación el amor rápidamente.
  5. Comprendamos que es cuestión de madurez la mella que nos producen los altibajos del ánimo. La madurez se muestra en la rapidez y en la habilidad con que nos sobreponemos a nuestros bajones. Ellos nos proporcionan la ocasión de purificar nuestras motivaciones.

El mismo Jesucristo, como también María, por su condición humana y corporal, también estuvieron sujetos a estos altibajos del ánimo.

 

Juan Carlos cmf

(FOTO: Arash Payam)

 

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