Deja que te mire

En el relato de la Pasión que se va a proclamar en la próxima Semana Santa, aparecerá el relato de las tres negaciones de Pedro a Jesús. De inmediato, tras el canto del gallo, el evangelista consigna un hecho estremecedor y definitivo:

Entonces, el Señor se volvió y miró a Pedro. Pedro (…) saliendo afuera lloró amargamente” (Lc 22, 61 ss).

Aquella mirada de Jesús no fue una mirada perdida. Fue intencional, deliberada. No por descuido dice san Lucas  que Jesús “se volvió y miró a Pedro”. Esa mirada atravesó de parte a parte a Pedro y lo transformó. Para entender mejor esta valiosa noticia de Lucas, puede ayudar una escena que capta el sentido dramático de aquella mirada:

Imagínate a dos presos en un campo de concentración. Uno de ellos eres tú que has intentado huir, sabiendo que eso estaba penalizado con la muerte. Delante de ti, acusan a tu compañero en tu lugar,.. ¡y este calla!; es torturado en tu presencia… ¡y calla! Cuando, finalmente, se lo están llevando al lugar de la ejecución, se vuelve por un instante y te mira en silencio, sin una sombra de reproche. Al volver a tu casa, ¿acaso podrás ser tú el de antes? ¿Podrás olvidar esa mirada?

¿Cuántas veces has oído hablar o has hablado tú mismo de la pasión de Cristo? ¿Y te has emocionado al contemplar a Jesús sufriente en el Pretorio? La pasión de Cristo seguirá siendo ajena a nosotros mientras no entremos en ella a través de esa puertecita estrecha del “por nosotros”: Cristo murió por ti y por mípor todos.

Porque la trampa consiste en considerar inconscientemente la pasión como un hecho acontecido hace más de dos mil años y concluido para siempre. ¿Cómo podríamos emocionarnos y llorar por algo que ocurrió hace tanto tiempo? El sufrimiento solo actúa en nosotros como presencia, no como recuerdo. Para entender la pasión de Cristo, sólo podemos contemplarla como contemporáneos. Cristo está agonizando hasta el fin del mundo. La Escritura reconoce que los que pecan “crucifican de nuevo al Hijo de Dios y le entregan a la ignominia” (Heb 6, 6).

Todo esto no son consideraciones piadosas. Es la pura verdad, aunque no lo sepamos explicar. ¿Te has dejado mirar por Aquel a quien tus propios pecados y traiciones traspasaron? En algun momento de la vida, la mirada de Cristo debería cruzarse con la nuestra y darnos un susto de muerte, como una descarga eléctrica, haciéndonos soltar nuestras miserias y vanidades. Una verdadera conversión jamás se produce sin una crisis. Para empezar una segunda vida hay que poner fin a la anterior. Y solo ocurre cuando entre esas dos vidas –la nueva y la vieja- se interpone una muerte, que pone fin a lo que precede y da comienzo a lo siguiente. Déjate alcanzar por la punzante mirada de Cristo.

Juan Carlos cmf

(FOTO: Misioneras Clarisas Monterrey)

 

Start typing and press Enter to search