Cuando me ofrecieron un espacio en esta web, me parecía que escribir es compartir lo mejor que tenemos, la vida que somos y las vidas que nos habitan. Pensaba también que mi propia historia, como la tuya, es sobre todo un conjunto de lugares y de rostros. Lugares de infancia donde hemos aprendido a jugar, lugares que nos cambiaron y a los que jamás retornamos, lugares a los que siempre volvemos cuando la lucha nos vence. Rostros que nos acompañaron a la escuela, rostros que aparecieron de repente y nos descubrieron alguna verdad, rostros sin nombre. Rostros desdibujados por el tiempo. Rostros que duermen en la misma cama o en la mesita de noche.
Por eso supe muy pronto que este espacio estaba llamado a ser un lugar de interacción, de intercambio de colores y razas, pasados y sueños, futuros y nombres. No niego que guardo muchos rostros y geografías en la memoria, pero he creído que los lugares y los rostros toman fuerza y se convierten en patrimonio común cuando son contados, narrados, compartidos. Y he tenido la suerte de contar con amigos y amigas que han empezado a regalarme, apenas se lo sugerí, un mosaico de rostros de su biografía y lugares de su itinerario existencial.
Muchas de sus narraciones y sus recuerdos merecerían ser mostrados tal y como llegaron. Por desgracia les prometí a todos que, aunque serían la vida de este espacio, sus palabras permanecerían siempre en lo escondido. De este modo, mi labor será la de intentar mirar con cariño y respeto reverencial sus huellas y, con cuidados de madre, ilusión de poeta y rigor de cirujano, lanzarlas hacia adelante, con la esperanza de que tanta vida nos despierte por dentro y nos hable de las verdades más altas, esas que suelen esconderse en los rincones de nuestros hogares y en los lunares secretos de nuestra piel.
A quienes colaboraron y colaborarán,
A quienes nos habitan por dentro,
A quienes compartieron la senda,
A todos, gracias..