Sufrimos un aluvión de palabras, estamos cansados de tantas indicaciones, propuestas, opiniones sugerencias… estamos abrumados y enfermos de tantas y tantas palabras. Necesitamos que se nos achique la boca y que crezca el corazón. Comparto con vosotros este párrafo de Alfonso Crespon, sacerdote compañero de Málaga, en el que nos invita a cultivar el silencio.
José Manuel Caselles Ruiz, cmf
Hoy, solemos vivir un tiempo de “cascadas de palabras”: se habla de todo, se opina del más allá y del más acá, se emiten juicios con extrema facilidad y poca profundidad. Vivimos en una sobreabundancia de palabras. Incluso en el interior de la Iglesia, y dentro de sus comunidades y movimientos, quizás haya exceso de palabras, con el riesgo de que éstas sean palabras «vacías por repetidas»: palabras «sagradas» como Dios, fe, caridad, comunidad, hermano… se pronuncian con facilidad, se banalizan y se ofrecen sucedáneos, y se construyen con ellas discursos que nos suenan a repetidos. Hablamos, en exceso, sólo con la boca y escuchamos tan sólo con los oídos. Y, a veces, «como quien oye llover». El corazón está ausente.
Conviene, y urge hoy, promover de nuevo la «pedagogía del corazón»: hablar de corazón y hablar al corazón. ¡No podemos perdernos en la selva de las ideas… es necesario encontrarnos en el interior sereno de los corazones!Alfonso Crespo, pbro.