XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 22-1-14)
Aunque la parábola del Evangelio de hoy (como las que hemos escuchado en domingos anteriores) está dirigida al pueblo judío, la invitación al banquete nos la hace Jesús a todos nosotros, porque nos quiere felices compartiendo la fiesta de una vida de amor y fraternidad. Particularmente en el seno de nuestras familias, aunque también siendo colaboradores en la fraternidad universal -como nos recuerda el Papa Francisco en su nueva Encíclica «Fratelli Tutti»-. Y, en ese proyecto y propuesta de felicidad no tiene encuenta si «somos buenos» o «somos malos». Todos estamos invitados. Eso sí, nos da libertad para aceptar o no. De nosotros depende poner las excusas habituales para no acoger la invitación de Jesucristo o aceptar el compromiso de su banquete, asistiendo a él con el traje adecuado: con una actitud de conversión y seguimiento incondicional a su mensaje. ¡Cuánto lo necesitan nuestros hogares!
Propuesta para cuidar la familia esta semana:
Poner en común motivos que se tiene en la familia para «celebrar» la vida.
Alicia del Pozo y Francisco Bonachera
