Cuida tu familia: plantéate una «puerta estrecha» por la que tiene que pasar tu familia para su bien

Lc 13, 22-30. Domingo XXI Tiempo Ordinario

A la pregunta de un oyente («Señor, ¿son pocos los que se salvan?»), Jesús no da una respuesta directa, sino que describe dos imágenes para que sean sus oyentes los que las interpreteen y se planteen si son o no merecedores de alcanzar ese privilegio.

En la primera aconseja «esforzaos en pasar por la puerta estrecha», enfatizando así lo importante de andar el camino que Él nos marca para alanzar la salvación: «ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». Y «la puerta estrecha» no solo consiste en ser un cristiano que va a misa, que ora con frecuencia y tiene cultura religiosa, sino que conlleva también ser sensible a las necesidades y el sufrimiento del prójimo, estando siempre dispuesto a ayudarle y acompañarle. Y eso, cómo no podía ser de otra manera, comenzando por los que nos son más cercanos: por nuestra propia familia. Así estaremos correspondiendo con amor y servicio a los demás al gran amor que Dios nos tiene.

La consecuencia del anterior consejo es la que describe la segunda figura: «vendrán muchos» de todos los lugares de la Tierra » a sentarse a la mesa en el Reino de Dios»: los que han seguido el camino de una vida consecuente con las enseñanzas y el estilo de vida de Jesús, que no necesariamente han de ser sus paisanos o los que se consideren «cristianos» por sí mismos. En el terreno de la familia esto nos puede hablar de aquellas personas que llegan a nuestras vidas -sin ser de nuestras raíces , de nuestra sangre…- y, si los dejamos, se convierten en auténticos testimonios de vida según los valores del Reino.

Propuesta para cuidar la familia esta semana:

Para evitar como familia cristiana y no «dormirnos en los laures» (lo que puede significar acomodarse a los criterios humanos, por desgracia cada vez más materialistas e individualistas), planteémonos por qué «puerta estrecha» deberíamos pasar para ser dignos depositarios del inmenso amor del Padre.

Pilar Jiménez y Fernando Hernández

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