“Esto os mando: que os améis unos a otros”. “Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure”. “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud”. Parece claro: estamos destinados a dar amor y el fruto del amor es la alegría, alegría en plenitud. ¿Y dónde ejercitar en primer lugar todo ello, si no es en el seno de la propia familia?
Propuesta para cuidar tu familia:
Medita si el amor que profesas a tu FAMILIA y a sus miembros es generador de ALEGRÍA, porque es la alegría de Jesús. Si es que no, descubre por qué. Y ejercítate en desterrar un amor normativo o puramente moralista exento de la alegría en plenitud, a la que estamos destinados.
Margarita Angulo y José Morenodávila