Cuida tu familia: Dialogar sobre qué cosas podemos aprender de la Trinidad para vivir mejor como familia

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Jn 3, 16-18)

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”.”Dios envió a su Hijo al mundo… para que se salve por él”.
En muchas ocasiones, y sobre todo en la oración, estamos convencidos de que hemos de elevarnos a Dios. Ese es nuestro esfuerzo y siempre estimamos que no es suficiente. Pero no nos damos cuenta de que es una tensión inútil. ¿Es que en nuestra pequeñez podemos elevarnos hasta el misterio de Dios? No, Dios lo ha previsto de otra forma: se abaja a nosotros y nos entrega a su Hijo único para salvarnos por él.
Él nos amó primero. Es preciso abrirse, recibirlo, abrirle las puertas. Y esa es la labor del Espíritu Santo. La apertura amorosa hacia lo inesperado, a salir de nosotros y confiar en ese Espíritu de amor.
Quizá, en esta relación “familiar” entre Padre, Hijo y Espíritu Santo tenemos el modelo de todas nuestras relaciones familiares: “abajarse” y ponerse a la altura “de los otros”, respetando sus momentos y pequeñeces; “entrega” diaria por aquellos que amamos; “apertura” al otro, a su misterio, a su tesoro interno

Propuesta para cuidar la familia esta semana:
En nuestra oración sintámonos como el hijo pródigo, vacíos de nosotros y abiertos a lo que el Padre nos regala a través del Hijo, por el Espíritu Santo. Sea así nuestra oración.
Y abrámonos al regalo que supone nuestra familia, a imagen de la familia-Trinidad de Dios. Quizá para ello podemos dialogar sobre qué cosas podemos aprender de la Trinidad para vivir mejor como familia.

Margarita Angulo y José Morenodávila

 

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