“En mi principio está mi fin…. En mi fin está mi principio”, (T.S. ELIOT).
Jesús adopta su condición divina engendrándose en la Virgen María. Tras su muerte en cruz, resucita, se aparece a sus discípulos y finalmente asciende al cielo para entrar definitivamente en la trascendencia de Dios Padre, llevándose consigo su victoria sobre la muerte y su humanidad glorificada, que intercederá eternamente por la humanidad terrena.
En cuanto al hombre, en su principio está su fin. Desde que nace su vida tendrá una duración limitada y acabará con la muerte, que para el cristiano es sólo el paso a otra vida, a un nuevo encuentro con Cristo, quien con su vida terrena nos marcó el camino a recorrer con la nuestra: seguir sus huellas de amor y abnegación sin límites en nuestra convivencia con los demás, de modo particular con nuestros familiares y seres más cercanos. La imitación de su vida es lo que da sentido a nuestros sufrimientos y a nuestra muerte, como la entrada a la liberación definitiva, a participar de la eterna Misericordia Divina merced a la intercesión de su Hijo. ¡”En mi fin está mi principio”!
Propuesta para cuidar tu familia:
En diálogo familiar, darnos consejos unos a otros sobre cómo abordar situaciones difíciles, para que sean siempre puerta de entrada a la gloria, a la superación, a la liberación.
Pilar Jiménez y Fernando Hernández