En el Evangelio de hoy Jesús proclama la Buena Noticia de Dios diciendo: “Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”. No pide a los que le escuchan una Ley compleja y asfixiante, sino que crean en la Buena Noticia del Reino de Dios y que se conviertan, o sea, que cambien la forma de ser, de pensar y obrar. Esa conversión, igual que la fe, supone una transformación que la gracia de Dios va realizando de forma progresiva en nuestras vidas, también en el seno de nuestras familias. Ello requiere la humildad de reconocer nuestras limitaciones, la constancia de intentar superarlas, la revisión profunda y constante de nuestros actos, la generosidad de perdonar y la responsabilidad de reconocernos culpables y, sobre todo, la penetrante fuerza del amor. Es, pues, una labor para toda la vida.
Hoy estamos viviendo un deterioro profundo de las raíces cristianas de nuestra cultura y experimentamos unos cambios importantes en el estilo de vida, razón por la que resulta más necesaria que nunca la conversión en la familia, como célula importante que es para la Iglesia y para la sociedad. Se requiere una atención más profunda de los padres para modelar la formación cristiana de los hijos, que, visto el ambiente imperante, deberá proseguirse aun cuando se independicen y se creen nuevas células familiares. Es una labor de evangelización que no debemos olvidar.
Propuesta para cuidar a tu familia:
Dialogar entre todos los miembros algo que la familia debería cambiar para ser más lo que Dios quiere.
Pilar Jiménez y Fernando Hernández