Las producciones de Walt Disney han acompañado la infancia de millones de personas. Forman parte del imaginario común una amplia galería de personajes (humanos o animales), canciones e historias que han constituido un capítulo importante de la historia del cine.

Con Cruella, la productora reorienta el punto de vista tradicional de su cine, adoptando una perspectiva que puede resultar insólita. Si hace dos temporadas, el realizador Todd Haynes nos ofrecía con Joker un acercamiento a los orígenes del antagonista de Batman, en Cruella asistimos a una operación similar, tomando en este caso la figura de la antagonista antipática de 101 dálmatas, la clásica película animada de Disney que también fue objeto en 1996 de una versión en imagen real en la que el personaje de Cruella fue interpretado por Glenn Close.

La presente película trata de explicar los motivos que llevaron a Cruella de Vil a ser la persona ruin y despiadada que describe la historia clásica. Señalaré que estamos ante una película que mantiene el interés y construye una narración que ofrece algunas claves que hacen de ella un espectáculo más que digno e interesante.

En primer lugar, hay que destacar la interpretación de las dos protagonistas. Las actrices Emma Stone y Emma Thompson componen unos personajes de matices diferentes en principio, pero que se van acercando hasta parecerse más de lo que desearían. En segundo lugar, la música omnipresente hace de la visión de la película una experiencia inmersiva, independientemente de los gustos musicales del espectador (de hecho, la mayoría de las canciones que se escuchan no formarían parte nunca de una selección adecuada a los clásicos Disney). En tercer lugar, es destacable una ambientación rigurosa en la que sobresale también un vestuario impecable. En cuarto lugar, la propia historia adopta esquemas que la emparentan, sobre todo, en la primera parte con cierta tradición que bebe de los relatos de infancia de los protagonistas desvalidos de las novelas de Dickens, mediante la presencia de la niña desvalida que sobrevive realizando pequeños hurtos; la deriva que toma la historia con la presencia de la protagonista ya adulta, emparenta la película con historias de personas que construyen su vida a base de esfuerzo y dedicación. No obstante, la ausencia de realismo la aleja de producciones más serias y aleccionadoras. En este caso, el exceso en la construcción de los personajes principales solo busca justificar la evolución de la narración y proponer incluso una conclusión extraña, y poco complaciente con la tradición de la productora.

Con Cruella, la factoría Disney parece circular por un camino contradictorio con su propia historia. La misma presentación del logo de la compañía subraya este carácter de producto extraño y oscuro. Parece que en cualquier momento vamos a encontrarnos con la figura de Tim Burton al frente de la obra, construyendo una de sus pesadillas adecuadas para niños muy peculiares.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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