La tarde se ha detenido
entre los cirios y el viento.
Cristo de la Buena Muerte,
cuánta paz y qué silencio.
Dolorido con mi cruz
en tu Calvario me quedo.
Tus ojos aún me miran.
Escucha, Señor, mi ruego:
Que cuando Tú me llames,
me encuentres, Señor, despierto.
Y que sea en hora buena
y en buena hora el momento
de cruzar esta frontera:
La hora de nuestro encuentro.
Blas Márquez Bernal, cmf