Esto que quiero compartir es mi experiencia; los sentimientos que
habitan mi alma en este momento que he cumplido 50 años del ministerio
sacerdotal y misionero. Estoy seguro, que también podrían ser las
impresiones de muchos de vosotros que habéis querido acompañarme
con vuestra oración y enhorabuena. Me atrevo a contarla porque, en el
fondo, todos hemos sido llamados a la misma vocación y comunión. Es
decir: a descubrir que Dios es Padre y que todos nosotros somos
hermanos, y también para que me ayudéis a dar gracias a Dios de todos
los dones que me ha dispensado durante estos años.
La primera cosa que me viene a la mente y que me sorprende es el
modo cómo Jesús elige a los suyos.
“Maestro, ¿donde vives?”… Fue la pregunta que le hicieron los dos
discípulos de Juan cuando éste les presentó a Jesús que pasaba.
“Venid y lo veréis”. Fue la respuesta. Eran como las cuatro de la tarde se
quedaron con Él todo el día. (Jn 1, 35-39) en realidad fue toda la vida
Me siento identificado. Esto me ha pasado a mí… mejor, lleva 50 años
pasándome.
Pero, ahora, en este momento de mi vida, lo que más me asombra es el
que me haya invitado a conocerlo, a experimentar su amor. Puedo decir
que ha sido una aventura asombrosa estar con Él, a pesar de mis límites e
infidelidades y precisamente por ellos… Mérito suyo no mío.
Comprendo lo que sintieron Andrés y Juan cuando se quedaron con el
aquella tarde.
Ha sido apasionante conocerlo.
No me cuesta creer que Dios es amor, porque aún ahora me siento
sorprendido de lo que me sigue revelando… el Evangelio es una noticia
demasiado buena y siempre nueva, no pasa el tiempo por ella… que te
hace imposible no creer en Él, según dice una canción….
y además me ha llamado, nos ha llamado, así lo sentimos todos los que
somos misioneros, para que se lo podamos contar a mucha gente… en
esto ha consistido mi apostolado… me siento elegido para transmitirlo,
para que la gente sepa que Dios es una exageración de amor y que vale
la pena conocerlo, vivir con Él, tratarle. Sea en los momentos alegres
que tristes. Siempre está amando. Siempre está a nuestro lado.
“Se ha pasado”,… esa es la sensación… He llegado a pensar que, en
cierto sentido y desde nuestro punto de vista, nos ha amado más que a su
propio Hijo a quien le ha pedido que diera la vida por nosotros para
demostrarnos cuánto nos quería. En su misericordia nos ha preferido…
Recientemente, por contaros la última sorpresa, me está asombrando
cada vez más, lo que significa que Dios es Padre y el porqué de su
insistencia en que lo consideremos así, nuestro “ABBA”.
En realidad, he llegado a pensar que quiere introducirnos en el seno del
Padre, donde, desde toda la eternidad está Él.
Quiere que veamos a su Padre con sus ojos… y lo mejor es que esa
experiencia suya y única, hasta ese momento, quiere que sea también la
nuestra ahora…
Decía: “Cuando recéis decid: ‘Padre nuestro que estás en los cielos’ ”.
Tuvo además la osadía de pedirle al Padre que nos ame con el mismo
amor con el que le ama a Él:
Fijaos cómo lo expresó en la oración de la última cena:
“…y yo les he manifestado tu Nombre, y lo manifestaré aún; para que el
amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” (Jn17,26)
Resumiendo mi vida en este medio siglo, tengo la certeza que me ha
mostrado dónde vive y cual es su casa, y puedo afirmar que ha sido una
conversión “in crescendo”… algo así como les sucedió a Andrés y su
compañero quienes, hasta entonces, habían sido discípulos de Juan el
Bautista.
“Y se quedaron con Él aquel día”, dice el Evangelio.
Y así, es probable que les llevara a una cabaña de enea que se habría
construido junto a la ribera de Jordán, podemos pensar con un poco de
imaginación; mientras que yo puedo recorrer con la memoria todas las
casas donde he vivido con mis hermanos de Congregación… quienes en el
fondo han hecho mi misma experiencia…
…Pero, en realidad ese no era el lugar donde el Maestro vivía… quizá lo
pudo ser de modo provisional. Como tampoco lo fue Cafarnaúm, o
Betania, doinde frecuentaba a sus amigos; ni siquiera Jerusalén la ciudad
santa; todos esos lugares fueron de paso, no eran la meta. Era verdad que
no tenía ni siquiera una almohada donde apoyar la cabeza (Lc9, 58 ).
Si permanecieron con Él no fue por el lugar, sino por lo que Él era y por
lo que les dijo… y quedaron encantados.
Y así los fue entreteniendo hasta que llegó la hora de la última cena,
cuando comprendieron que Jesús estaba a punto de partir hacia el
Padre… ese era el “donde”.
Su casa era el “Abba”, el Padre, de quien nunca se había separado y a
quien volvía siempre, como cuando se escapó al Templo, siendo un chaval
de 12 años, o de adulto, en muchas noches enteras de oración. Su casa, su
“donde”, era precisamente el seno de Padre.
También yo, últimamente, he sentido que el lugar donde estoy no es mi
casa aunque yo sí tenga almohada. También a mí durante toda la vida,
durante estos 50 años, me ha estado entreteniendo, y me ha encantado lo
que me ha dicho o me ha hecho saber y experimentar de Él.
Ahora, cuando en la Eucaristía he descubierto que se va a la casa del
Padre para prepararnos un lugar y cuando lo haya preparado volverá
para llevarnos con Él…, lo he comprendido todo (Jn14 1-4). Ese era su
secreto; es ahí donde ha habitado siempre. Su casa, mi casa. El Padre, el
Amor de Dios.
Pero hay más, ya desde ahora y dentro del Padre se ve todo
transformado, todo queda divinizado, inundado de su fuego que es amor.
Allí ves que todo queda subyugado por lo que él quiere, la máxima
libertad. Su voluntad…
Comprendes por qué su Reino ha de ser aquí en la tierra como lo es en
el cielo.
Ves la Iglesia como caridad-unidad…. Según una preciosa definición de
Pablo VI. Cuerpo de Cristo… divinizada.
Ves, por qué quiere que salgamos al encuentro del hermano, siempre
en salida, para dar la vida por él como Él mismo hizo….
Te das cuenta que su Palabra es puro amor, porque es su Persona que
sigue viva entre nosotros… haciendo más que diciendo, porque Jesús lo
que hablaba lo hacía.
Te das cuenta del porqué de la Congregación, que termina siendo un
grupo de Apóstoles reunidos con Jesús Resucitado entre ellos, con el estilo
de Claret, que se enamoró apasionadamente de Dios y del prójimo…
Por eso para nosotros ser apóstoles es repetir su persona de
crucificado y resucitado, y demostrar con palabras y obras que Él vive.
Dentro del Padre también puedes ver también a María y a su Corazón,
más como Dios quiere que la veamos en nuestro tiempo… no sólo para
imitarla, sino para “revivirla” y ofrecer nuestros brazos y nuestra persona,
cordialmente, para ser madres de la humanidad haciendo la obra de
María que es ser Madre de Dios. Me encanta que María se presente así hoy
a través de nosotros… como, por cierto quería, el p. Claret.
Y en la Trinidad, el Espíritu santo como respiración, el aliento de Dios
que todo vivifica y sigue divinizando, suscitando nuevos y maravillosos
carismas que también están transformando la Iglesia.
Dentro del Padre está pues la morada, nuestro el lugar, que nos ha
preparado en el banquete eterno… mi casa, donde estamos todos
invitados. Continuación de este banquete de hoy. Realmente si miramos a
los ojos de Jesús, nos llevan a contemplar el seno del Padre donde todo
queda divinizado. Era su secreto y nos invita a que sea el nuestro
Ahora quizás se puede comprender que 50 años de sacerdocio no son
suficientes para dar gracias… incluso la eternidad se queda corta por eso
os pido ayuda… Con la Eucaristía que es pura acción de gracias podemos
agradecerle. De banquete a banquete… siempre con Él.
Estos son mis sentimientos que, en estos momentos, me parece
interesante compartir con mis hermanos misioneros . Gracias por vuestra
presencia.
Leandro Fanlo cmf