Compartimento nº 6

El festival de Cannes de 2021 premió con uno de sus galardones importantes esta película de un realizador finlandés que siendo muy sencilla en sus planteamientos se atreve a ahondar en el terreno no siempre fácil de las relaciones humanas.

Una joven estudiante de arqueología en Moscú decide emprender un largo viaje en tren a Murmanks, en el Ártico ruso para observar in situ unos petroglifos, pinturas rupestres de un pasado primigenio que, como ella dice en algún momento de la película, para explicar su propósito “puede ayudarnos a entender nuestro presente”. Nada especialmente novedoso hasta aquí.

En Moscú deja atrás una relación fallida, aunque aún no lo sabe, amigo, fiestas y risas (que lleva grabadas en una cámara de video y ve para abortar la nostalgia).

El largo viaje no pinta bien cuando conoce a quien va a ser su compañero de viaje con quien ha de compartir el compartimento, un minero ruso, dado a la bebida, que viaja a Murmanks por razones más prosaicas, simplemente buscando trabajo. El primer encuentro de ambos es explosivo. Él está borracho, fuma sin parar, tiene el compartimento bastante sucio, adopta hacia ella un comportamiento machista y desagradable… En la primera parada intenta regresar a Moscú, pide cambiar de compañero de viaje… Nada resulta como le gustaría. Y la joven se acomoda a la situación que le ha tocado. No voy a desvelar más del devenir de las dos almas solitarias que se encontraron sin quererlo en un tren en medio del invierno dirigiéndose hacia un lugar inhóspito envuelto en bruma y rodeado de nieve, con propósitos tan distintos.

Una película de este tono ha de contar con unos intérpretes de nivel que den credibilidad a los distintos estados emocionales que han de ofrecer. Porque evidentemente, en Compartimento nº 6 nada es blanco o negro, ni el estado inicial se enquista en una espiral irresuelta. Así se acababa la película y se perdía todo sentido. Como es previsible, las dos almas perdidas se irán acercando por distintas circunstancias, hasta llegar a conformar, si no una historia de amor al uso, que no lo es, algo parecido a un encuentro satisfactorio que les llena de esperanza y sonrisas y juegos en la nieve. Así, la actriz finlandesa Seidi Haarla y el actor ruso Yuriy Borisov, saben modular la evolución de la relación que establecen sus personajes y dan credibilidad a unas situaciones que, en su sencillez, reflejan la necesidad de crear vínculos para afrontar los desafíos que la vida nos presenta y evitar perder el rumbo que nos impida alcanzar el sueño que pretendemos, aunque sean unas pinturas rupestres, apenas entrevistas, en un lugar remoto cerca de la nada.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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