SANTA CLARA DE ASÍS. 11 de Agosto
Fue su seguidora total y su gran colaboradora, pero la figura gigante de Francisco ha dejado en segundo plano a Santa Clara de Asís.
Hija también de una muy rica familia de Asís, los Favarone, emparentados directamente con el opulento conde de Sasso Rosso, está perdidamente enamorada de la «santa pobreza».
En la noche del 18 de marzo de 1212, domingo de ramos, Clara se escapa del palacio de sus padres y se presenta a la puerta de la Iglesia de Santa María de los Ángeles, donde la esperan Francisco y sus hermanos. Dentro de la iglesia, Clara cambia su ropa de terciopelo y brocado por el hábito que recibe de las manos de Francisco, que corta sus hermosas trenzas rubias y cubre la cabeza de la joven con un velo negro.
Se traslada después a las Benedictinas y después al monasterio de San Ángelo, acompañada de su hermana Inés y su prima Pacífica. Y de allí a la capilla de San Damián. «Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen», decía Clara.
Cuando los valores evangélicos de fraternidad y solidaridad se arrinconan y el sistema socio-económico se basa en ganancia y provecho propio e individual, Clara viene a vivir una manera nueva.
En una sociedad en que el pragmatismo político y la eficacia económica tienen más importancia que los principios morales y el respeto por la dignidad de cada persona, su ideal todavía puede cuestionar nuestro tiempo como cuestionaba el suyo. Y su vida puede cuestionar nuestra vida.
¡Dios mío! ¡Cuánto hablamos de pobreza! Hablamos, hablamos…ç
Y tú, ¿tratas de vivir de una “manera nueva”, donde la pobreza sea “santa”?
Carlos Díaz Muñiz, cmf