Cinco puntas de una estrella

La verdad no necesita sesudas demostraciones, ni perfilados protocolos. Su fuerza intrínseca se manifiesta autorizadamente en expresiones nucleares, evidentes, aplastantemente lógicas. Es lo que ocurre con el escrito que aquí comentamos.

Un periodista italiano, fallecido en 2009, quien solía firmar como Igor Man -pseudónimo de Igor Manlio Manzella-, aseguraba que la Madre Teresa de Calcuta le había enviado el siguiente texto. Había sido escrito por ella misma, de su puño y letra. Aunque es archiconocido, no me resisto a transcribirlo:

  1. El fruto del silencio es la oración
  2. El fruto de la oración es la fe
  3. El fruto de la fe es el amor
  4. El fruto del amor es el servicio
  5. El fruto del servicio es la paz

Esas cinco afirmaciones lapidarias son centrales y completas. La Madre Teresa las denominaba “cinco granos de arroz”. En su sencillez, el texto desborda una lúcida lógica y una profunda espiritualidad. Ante esas palabras sólo cabe examinar la propia vida.

Se nos muestran como los destellos luminosos de una estrella con cinco puntas que debería encenderse en el firmamento de la vida de cada cristiano: silencio, oración, fe, amor, servicio, paz.

Resaltemos especialmente el amor y el servicio. Recogen una motivación y la acción correspondiente. No deben ir nunca separadas. Al implicarse mutuamente desvelan lo genuino de la caridad cristiana, el genio del evangelio: servir por amor. No son mera filantropía o asistencial social, sino que se convierten en un acto religioso, un gesto espiritual, un signo divino. Ya no es un puro y simple servir por obligación, sino un don libre y gozoso en respuesta agradecida a un amor previamente recibido.

Dos palabras que retratan al mejor de los amores: al amor gris, ese lento y cansino amor de una vida sin brillos, con el caliente rescoldo de la fidelidad de cada día. ¿Puede realmente llamarse amor al que no ha cruzado el desierto del silencio? El paso de los días y los meses puede quitar brillo al amor, pero le presta hondura y verdad. Porque el tiempo y la entrega -no el entusiasmo- son la prueba del nueve del amor.

Juan Carlos Martos, cmf

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