Cerrar los ojos

El nombre de Víctor Erice son palabras mayores en el panorama del cine español. Hombre dedicado al cine en diversos formatos, solo ha dirigido cuatro películas en cincuenta años, desde El espíritu de la colmena (1973) a Cerrar los ojos (2023) pasando por El Sur (1983) y El sol del membrillo (1992). Cuatro obras merecedoras de atención que han hecho de él un cineasta reconocido. Lástima que se haya prodigado tan poco porque cada una de ellas nos introduce en su mundo personal y ofrece significativas aportaciones al desarrollo del lenguaje cinematográfico.

Cerrar los ojos es su última producción estrenada hace unos días. Narra la investigación que lleva a cabo un director de cine retirado, a quien interpreta Manolo Solo, para descubrir el paradero de un actor y amigo (a quien encarna José Coronado) que desapareció durante el rodaje de una película, sin que se volviera a saber nada de su paradero. Más allá de este breve inciso no voy a detenerme en las líneas argumentales muy ricas y finamente desarrolladas. Solo quisiera destacar algunos aspectos que me llamaron la atención y potenciaron el placer que supuso para mí ver esta maravillosa película.

Ha dicho Víctor Erice que no considera que sea una obra testamentaria porque tiene proyectos en mente. Pero hay algún elemento que aúna aspectos que nos remiten a sus películas precedentes. Que una de las protagonistas sea Ana Torrent (que ya interpretó a Ana, la niña de El espíritu de la colmena) tiene su sentido. Interpreta a la hija de Julio Arenas, el actor desaparecido. Es emocionante cuando en un momento dado pronuncia unas palabras que ocupan un lugar destacado en la filmografía de Erice: “Soy Ana”. Es ciertamente una frase normal, sin especial énfasis, pero nos remite a otro momento de su primer largometraje cuando la misma actriz, siendo una niña, invoca el espíritu de Frankenstein recibiendo respuesta desde la lejanía en una noche castellana. Y es significativo cuando el director Miguel Garay escudriña en una caja metálica recuerdos de Julio Arenas, remitiéndonos al momento en que la adolescente Estrella, interpretada por la buena realizadora Iciar Bollaín, mira en una caja parecida estampas y postales de un mundo soñado más allá de la fría ciudad en que vive, de un sur imaginado a los sones de la música de Enrique Granados, en la película del mismo título, “El Sur”. Y la última secuencia de Cerrar los ojos que se desarrolla en una sala de cine, trae a la memoria el papel que el cine ocupa en las dos películas citadas como revelador de mundos e invitación a la imaginación. Y más aún: la referencia a Shanghai en un momento dado de la narración podría tener su relación con el proyecto (fallido) de adaptar El embrujo de Shanghai, la novela de Juan Marsé, que Erice no pudo llevar a cabo.

Cerrar los ojos es una invitación a adentrarnos en un cine de otro tiempo por su rigor y honestidad, sin claudicar en sus pretensiones, pero un cine también de este tiempo al que aporta novedad y un juego de miradas desarrollado en un argumento lleno de interés.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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