Cargar con la cruz

Entre las muchas enseñanzas de Jesús, nos encontramos con esta invitación que suena bastante dura: “Si alguno quiere ser mi seguidor, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga” (Lc 9, 23-24).

Es posible que muchos intuyan lo que esto significa… pero me temo que muchos de nosotros o no entendemos o entendemos mal lo que Jesús nos está pidiendo y, por eso, hacemos oídos sordos a su propuesta.

En concreto, ¿qué quiere decir Jesús con esta “repugnante” invitación? Cargar con nuestra cruz diariamente y entregar la vida a fin de encontrar una vida más plena puede significar aceptar seis certezas bien combinadas…

  • En primer lugar, aceptar que el sufrimiento es una parte de nuestra vida. Y desde ahí, hacer las paces con el inevitable hecho de que la frustración, la enfermedad, la desgracia, la mala suerte… forman parte de nuestra biografía. Si pensamos que son evitables, nos encontraremos habitualmente amargados y malhumorados.
  • Además, significa que, aunque suframos, podemos dejar de contagiar nuestra amargura a quienes están a nuestro alrededor. Porque tenemos la inclinación de hacer sufrir a los demás cuando nosotros estamos sufriendo. Y no es lo mismo que compartir nuestras penas, que es muy necesario a veces. Lo insano y cruel es querer que los demás también sufran porque sí.
  • Por otro lado, debemos aceptar otras muertes antes que nuestra muerte física…. Y, así, debemos dejar morir realidades muy queridas como la juventud, la salud, personas queridas, etc. Hacer duelo por ellas y seguir adelante. Diariamente se nos presentan ocasiones de pérdidas… Hay que decirles “adiós”.
  • Por supuesto también hay que esperar la resurrección. La vida cristiana es, en muchas ocasiones, espera; espera dentro de la frustración, de la injusticia, de la amargura… aguardando que Alguien venga y cambie nuestra situación. El 98 % de nuestras vidas se resumen en esperar con confianza el cumplimiento de un anhelo más profundo.
  • Cargar con nuestra cruz significa también entender que el regalo que Dios nos hace, con frecuencia no es lo que esperamos. Dios siempre responde a nuestras oraciones, pero nos da lo que de verdad necesitamos, no lo que creemos que necesitamos. Dios nos sorprende… Muchos no son capaces de desasirse de sus cortos alcances.
  • Finalmente, significa vivir en una fe que crea que nada es imposible para Dios. El es más grande que la imaginación humana. Cuando sucumbimos a la idea de que Dios no puede ofrecernos una salida a nuestro dolor es precisamente porque hemos reducido a Dios al tamaño enano de nuestra imaginación.

Podemos cargar con nuestra cruz cuando empezamos a creer de veras en la resurrección.

Juan Carlos cmf

(FOTO: Tacho Dimas)

 

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