La última película dirigida por Javier Fesser ha sido elegida por la Academia de Cine para representar a España en el intento de ganar el Oscar a la mejor película extranjera en la próxima gala de los premios. No sé si en la decisión de los académicos ha podido influir la querencia que tradicionalmente la Academia norteamericana ha sentido hacia las películas protagonizadas por personajes con discapacidad física o intelectual (como es el caso de Campeones). Con independencia del resultado que consiga, hay que recomendarla por varias razones.

La dirección de actores es un dato a considerar en el haber de la película. Y no nos referimos a los actores profesionales que se ajustan a sus personajes y dan un tono de credibilidad a la propuesta (con el últimamente presente en muchas producciones, Javier Gutiérrez, a la cabeza), sino a quienes interpretan al grupo de discapacitados que sostienen la película y le dan un tono que hacen de ella una propuesta apetecible y más que digna.

Un entrenador de baloncesto pasa por una crisis personal que termina por conducirle ante un tribunal que le condena a prestar tres meses de servicios a la comunidad entrenando a un equipo de discapacitados, del que en principio es difícil esperar nada. El maestro que termina siendo quien aprende y es enseñado por sus alumnos forma parte de un imaginario presente en muchas películas. En este caso, lo novedoso reside en las características peculiares de quienes debían ir a remolque y terminan por ser quienes conducen la historia que, sin caer en la sensiblería, está adobada por fuertes dosis de ternura.

Campeones es una comedia; su finalidad es provocar la risa y bien que lo consigue presentando situaciones hilarantes que efectivamente nos hacen sonreír. Pero también es cierto que, en sintonía con las claves de la comedia clásica, los espectadores no podemos dejar de sentirnos cómplices de esas personas tan entrañables, incluso en situaciones (caso del viaje en autobús, o la explotación laboral que sufre uno de los personajes) que retratan aspectos de la discriminación que sufren.

Por otro lado, es una película pedagógica porque subraya valores necesarios como la honradez y el esfuerzo, aunque en algún momento ofrece también retazos de realidad que, envueltos en situaciones cómicas, no desmerecen del conjunto ni borran de nuestra cara la sonrisa.

Es una película muy recomendable para sentirnos, como espectadores, solidarios y cercanos a tantos que podrían ser sus protagonistas.

Antonio Venceslá, cmf

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