Camarero del Señor

Resulta muy simpático y curioso a la vez,  ver a un camarero en la calle, delante de su restaurante o bar, gritando e invitando a toda la gente que pasa por allí a entrar y disfrutar de las buenas comidas o tapas que allí sirven. Y no sólo esto: también demostrando una especial destreza y facilidad para presentar el menú, de una manera sencilla y llamativa, consiguiendo que, a la gente que le escucha se le haga la boca agua y le despierte el apetito.

Esta experiencia me hace recordar a la figura de San Juan Bautista, a quien estamos escuchando y sobre quien estamos reflexionando a lo largo de este tiempo de Adviento que ya se nos termina. Juan era “un camarero” del Señor. Su “restaurante” era el desierto y el “menú” miel silvestre y langostas. Su vestido era hecho de piel de camellos con un cinturón de cuero. Su trabajo era gritar y presentar a toda la gente “el menú”. Pero, no era “su menú”, sino el del Dueño. Y para los que quisieran entrar, Juan también estaba dispuesto a “limpiar con agua”.

Va a venir “el Dueño del restaurante” que va a invitar a todos a su Gran Fiesta. Él viene con el Fuego y Espíritu que nos limpia mucho mejor por dentro y por fuera. Él prepara un Banquete Especial, un banquete que no tiene precio. Es gratis, invita Él mismo. Porque Él es así.

Por eso, tenemos que prepararnos. Allí en el “río de la reconciliación”, ducharnos para limpiar “la suciedad y polvo” que queda, afeitarnos “la envidia, la vanidad y la vanagloria”, ponemos el “traje de humildad y paciencia” y echarnos un poco del “perfume de esperanza”. Y, una vez que estemos preparados, con alegría iremos juntos a disfrutar de la Fiesta.

Quizás nos sentiríamos un poco indignos para participar en esa “Gran Fiesta” del Dueño. Por eso, como una acción de gracias de nuestra parte aportaremos algo, “pagaremos el menú”. Bueno, como dije el menú no tiene precio, porque es un Don, una Gracia que tiene el Dueño. Pero si aún así queremos “pagar algo”… podríamos darle “dos euros” al Dueño. Uno para pagar la S, y otro euro para pagar la I. Solamente con nuestro SI, podemos disfrutar de todo.

¡Oh…! ¡Qué alegría se va a llevar el Dueño si hay muchos camareros como Juan en el Adviento, y los invitados están dispuestos a “pagar” con su SI a su invitación!

¿Quieres ser “el camarero del Señor”? ¿Estás dispuesto a “pagar” con tú SI?

Tomas M. Joustefen, cmf

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