Comienza Broker de un modo peculiar. Existe en Corea del Sur una especie de cajón o nido protegido llamado “baby boxes” que se coloca en las puertas de las iglesias para que en ellos puedan depositar los bebés no deseados quienes quieren desprenderse de ellos. Este es el punto de partida de la película. Una joven, de la que no sabemos nada, se aproxima una noche lluviosa a uno de esos espacios y deja allí a su hijo recién nacido. Sin saberlo está siendo observada por una pareja de mujeres policía que investigan casos de tráfico de bebés. Y también se acercan por allí una pareja de traficantes de niños que los venden a parejas que no pueden tener hijos.

Planteada así la película, podríamos aventurar que nos encontramos ante una historia algo truculenta, inmersa en un mundo amoral, que hace del rédito económico la prioridad fundamental de sus protagonistas; o también un enredo policiaco. No todo se revela tan sencillo. Estamos en una película dirigida por el realizador japonés Hirozaku Kore-eda y esto hace que las cosas no sean tan simples. Porque Broker tiene a ratos rasgos de comedia amable, y también en otros momentos se vuelve seria, sin exagerar tampoco. Pasamos del drama a la sonrisa en un plano, sin alterar la mirada ni forzar las situaciones más allá de lo exigido por la necesidad de hacer avanzar la historia. Esto hace que en algún momento todo resulte un poco inverosímil.

El concepto de familia adopta muchos perfiles y Kore-eda se detiene en ofrecernos algunas de sus caras menos reconocibles. Es un tema que parece interesarle mucho. Ya lo hizo en Un asunto de familia, comentada también en este blog. Hablar de familia va más allá de los lazos marcados por la biología. Los vínculos de sangre no son determinantes para quienes transitan por las historias pergeñadas por el realizador japonés. No quiere decir esto que sean vínculos menos fuertes. Con una estructura de película de carretera, los dos delincuentes, junto a la madre biológica del niño (que carga con una historia que ésta sí se revela algo compleja y que no voy a desvelar aquí), buscan quien se haga cargo de él. Hay intentos fallidos, planteados en clave de comedia. El interés económico va dando paso a un sentimiento más cercano al cariño. Incluso las mujeres policía terminan por convertirse en una especie de hadas que protegen al niño y se revelan menos duras de lo que pudieran hacer ver, de modo que la resolución de la trama deja un regusto dulce nada previsible al principio de la película.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

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