“Para los que se fueron… para los que se quedaron… para los que se perdieron”.

Esta triple dedicatoria pone punto final a esta entrañable película que narra algunos episodios de la infancia de su realizador, Kenneth Branagh, otrora experto en adaptaciones de obras de Shakespeare, y poco a poco, inmerso en un cine variado, lindando con la comercialidad con ciertas pretensiones.

En Belfast ha dejado a un lado su cine anterior. Se nota que en esta película ha puesto su historia personal al alcance de los espectadores y nos ha regalado una película maravillosa, muy entrañable y con toques de humor que en más de una ocasión nos hacen reírnos con las ocurrencias simpáticas de Buddy, el pequeño protagonista, alter ego del realizador.

Estamos en 1969, los conflictos por cuestiones religiosas (entre protestantes y católicos) salpican las calles de Belfast llenando de violencia barrios tranquilos donde ambas comunidades convivían con un notable espíritu de tolerancia. Así sucede en el barrio donde vive el pequeño Buddy con su madre y un hermano mayor. Su padre trabaja en Inglaterra y solo puede verlo quincenalmente, aprovechando el viaje que hace regularmente para visitar a su familia. El retrato de los padres del niño denota que son buena gente, respetuosos, buenos con sus hijos, excelentes vecinos, y cansados de la violencia que amenaza con salpicarles también a ellos, que protestantes como son, no entienden de disputas y plantan cara a los matones de barrio que pretenden coartar las vidas de quienes no aceptan sus planteamientos. Junto a los buenos padres, destacan con igual intensidad los abuelos. Judi Dench y Ciaran Hinds nos ofrecen dos interpretaciones de manual, a las que ya nos tienen más que acostumbrados. Son dignas de recordar las conversaciones de abuelo y nieto sobre el primer amor del pequeño y sus consecuencias. Y lo mismo hay que decir de Jamie Dornan y Caitriona Balfe (que interpretan a los padres). Pero quien se lleva todos los aplausos es el pequeño Jude Hill que compone un personaje que se hace querer y nos entusiasma con su sencillez y naturalidad.

Los acontecimientos se suceden acompañando la vida cotidiana del vecindario, más que vecinos, solidarios en las alegrías y en las penas, cuidadores todos de los más pequeños, como si fueran propios. Ciertamente fueron años duros y la violencia llenó las vidas de muchos “que se fueron” y otros que “se perdieron”. Pero Branagh no carga las tintas en hacer memoria histórica, sino recuerdo emocional de una infancia feliz, salpicada también de referencias cinematográficas con las películas que Buddy veía con sus padres y su hermano: Solo ante el peligro, El hombre que mató a Liberty Valance, Hace un millón de años

Y todo ello salpicado con una dosis de nostalgia que tal vez en algún momento se torna demasiado dulce, pero no molesta ni empalaga. Branagh nos hace disfrutar de sus recuerdos y si me apuran nos invita también a volver la vista atrás a nuestra propia historia, para encontrar, en contextos menos problemáticos seguramente, el mismo espíritu de otro tiempo que ha sobrevivido a muchos avatares y sostiene nuestro presente.

 

Antonio Venceslá Toro, cmf

 

Start typing and press Enter to search