En Bad Education se nos propone ya desde el mismo título original (menos explícito que La estafa con el que ha sido estrenada en HBO) una historia moral, muy alejada de la película de Pedro Almodóvar del mismo título. En este caso, todo sucede en una escuela pública del estado de Nueva York, regida por un gestor eficiente que ha suscitado en torno a sí la admiración de los padres y trabajadores del centro. ¿Su pretensión? Convertir su escuela en la primera del distrito (ya sabemos que en EEUU está muy arraigado ese sentimiento de ser el primero en cualquier disciplina). En línea con esa intención, su vida era una fachada hecha de traje caros, viajes lujosos, liftings faciales… superficialidad y falsedad.

Porque Frank Tassone oculta una doble vida. Durante muchos años junto a su ayudante estafan cientos de miles de dólares al presupuesto público, sin que nadie sospechara nada ni pusiera en duda el buen hacer del equipo rector del instituto. Una fachada inmaculada oculta la mugre debajo de la alfombra.

Nada perdura eternamente. Y una alumna del instituto que investiga para un artículo en el periódico escolar comienza a tirar del hilo y saca a la luz la trama. Primero cae la ayudante del supervisor (interpretada por esa gran actriz que es Allison Janney, la inolvidable C.J. de El ala Oeste de la Casa Blanca, y oscarizada por su interpretación de la odiosa madre de Tonya Harding en Yo, Tonya) y más tarde el propio inspirador de la historia (a quien da vida Hugh Jackman, que ofrece también una interpretación ejemplar). Es real como la vida misma. Desgraciadamente no hay ningún ámbito en la vida libre de la presencia de la inmoralidad y el engaño. Pero al tratarse de un centro de enseñanza, donde presuntamente se forma a los alumnos en los valores necesarios para una convivencia sana y enriquecedora, se puede suponer que es particularmente obligado que la sinceridad sea seña del trabajo diario. Pero no sucedió así.

Bad Education suscita reflexiones necesarias acerca del valor de la ‘excelencia’ (término muy en boga actualmente en el ámbito educativo) y de los medios que se ponen en juego para lograrla. Hace siglos Maquiavelo nos aseguraba que cualquier medio se justifica si consigue culminar el fin que pretende; pero, a pesar de la frecuencia con que ese enunciado ha sido móvil de la conducta de muchos, no parece que sea muy justificado esgrimirlo en ningún ámbito de la vida.

Antonio Venceslá Toro, cmf

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