Tanto en este último atentado en New York, como el de Barcelona o los anteriores, que son del mismo tipo, o en la reciente mantanza en la Iglesia de Texas, me sorprende lo fácil que resulta hacer tanto daño sin mucha organización ni complicación.
Y surgen en mí sentimientos de ira, odio, discriminación,… que no tienen nada que ver con el «amor al enemigo» al que nos invita nuestro Maestro y Señor.
Reconozco que la tarea me viene grande y por eso le pido su Espíritu, para que me ayude. ¿Para que nos ayude?