En una melodía,

una extrañeza recorre la asepsia

de la neblina

que retoca el cuerpo

de las arañas

prófugas de tu nombre.

 

Tú me miras desde la ventana

sin el vidrio ocular

y el esmalte desgastado

de tu cabello en ruinas.

 

Al final,

las libélulas

y un bosque de dragones

retornan a mis bolsillos,

con la pureza

de tu sagrado existir

que limpia

la rutina de mi zapato

en el carmín desolado

de tu tristeza.

 

Tú me miras,

tú me limpias,

tú me entristeces,

¡Oh preciosa poesía!

 

Ramón Uzcátegui Méndez, sc

(FOTO: @ijeab)

 

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